Él se volvió a correr. ¡Qué poco aguante!
Cuando lo iba a mirar, ya estaba delante de mi sexo, dispuesto a darlo todo de si mismo.Se agachó y metió su cabeza entre mis piernas. Succionaba como podía y me abría las piernas de vez en cuando, porque con la tensión se movían. Cuando ya llevaba gimiendo un rato a causa del placer, me corrí en su cara. Él me miró y me sonrió. Estaba súper mojada. Metía la lengua hasta dónde le llegaba, la sensación era increíble.
Él se merecía también placer así que, cuando me levanté, le hice felaciones hasta que se corrió, teníamos los ojos cerrados. Él respiraba hondo. Se corrió un par de veces.