El proyecto

11 0 0
                                    


DÉLIRES DE GRANDEUR

Se acumulaba el polvo en cada rincón del pequeño inmueble donde residía Marco desde hace ya un tiempo. Quizás unos 4 meses, aunque la suciedad no era, en aquel momento, objeto de preocupación para él. De hecho, el joven hacía un tiempo que consideraba intrínsecamente necesario conservar resquicios de imperfección y suciedad en su órbita para camuflar la agonía que le suponía el duelo rutinario contra sí mismo y contra los demás. Una batalla que empezaría bien pronto, encarnando los primeros años de la adolescencia. Marco iniciaría la dura y desgastadora tarea de enfrentarse al tedio, a las conversaciones mundanas, a la falta de interés. El aburrimiento se filtraba por sus poros como rayos de sol en un caluroso día de agosto. Todo empeoró cundo comprendió que el único sentido que podía tener la vida residía en las personas; en la relación social y por supuesto, en la interacción basada en el intercambio de sentimientos, valores, creencias y aprendizaje. Cayó enfermo conforme caía su confianza ante el desorden moral, aunque en el fondo tenía envidia de todos aquellos individuos que se deshacían de sus responsabilidades y al mismo tiempo se desinhibían cómplices de su banalidad.

Han pasado ya algunos años y aún no ha encontrado la solución, los días pasan intrascendentes y las noches siguen siendo turbias. Al acostarse, debe estar preparado para afrontar los fenómenos menteorologicos que rondan su cabeza, frentes cargados de pensamientos fríos y cálidos que se fusionan provocando un fuerte temporal de autodestrucción, tormentas de angustia y depresión.

Comienza el ritual. Se levanta camino al aseo, se lava la cara, da un paseo por la casa, aterriza en la cocina, abre la nevera, la cierra, abre el armario, lo cierra, coge una buena bocanada de aire, vuelve al baño, se mira en el espejo, se habla, suspira y acaba saliendo al balcón, se sienta en su silla de madera y se queda horas escuchando las conversaciones gestadas por los individuos salvajes y depresivos que frecuentan el casino local situado en frente de su bloque. En muchas ocasiones desearía estar loco, que le diagnosticaran algún trastorno o enfermedad y poder así justificar su frustración. Una vez finalizado el ritual fruto de su insomnio crónico, se acostaba de nuevo y dormía profundamente las dos o tres primeras horas de la mañana. Por suerte, había encontrado una solución parcial para conciliar el sueño; mientras estaba tendido en la cama, imaginaba que entraba alguien conocido al azar en el habitáculo, bien podía ser una persona de confianza o alguien que había conocido la noche anterior, todos abrían la puerta con la intención de recriminarle algo y machacarle pero él, estratégicamente se quedaba inmóvil, simulando que ya estaba dormido y para no molestarle e increpar su sueño se iban y era entonces cuando entraba en la fase de transición hacia el sueño profundo.

Ya no estudiaba, con apenas 23 años, había probado suerte en casi todos los ámbitos. La universidad le parecía un baile de máscaras, una estratagema burocrática más para financiar una obra insostenible. Trabajó en bares, mercados, fábricas, almacenes, probó suerte en varios países, no se quería rendir y al principio podía llegar a sentirse a gusto, pero esta sensación se disipaba en cuestión de días, puede que semanas. Cuando, a primera vista, todo empezaba a ser demasiado predecible, aburrido. Le bastaba con analizar el contexto y aspecto de dos individuos para poder anticiparse a cada una de sus palabras, así como la dirección que iba a tomar la conversación y su conclusión. Además, de forma inevitable, nadie podría sorprenderle, pues le resultaban claras las intenciones de la gente. Incluso de aquellos que no dan su brazo a torcer, era, de hecho, a los primeros que resolvía como simples ecuaciones de una sola incógnita. Por si fuera poco, todos sus logros, todos los que ha ido cosechando en su vida se le antojaban como los sueños que se olvidan al despertar, nunca pudo de ninguna manera parar a saborear el néctar de sus éxitos.

Ahora se sumergía en su nuevo proyecto. Vivir sólo lejos de la ciudad, en las últimas semanas el gentío le agotaba y le abrumaba más que nunca: Tomó la decisión de aislarse por un tiempo, ya se había cansado de probar artimañas inútiles y de la ilusión pasajera. Tuvo que estudiar una sentencia concisa sobre su futuro. La ciudad está repleta de información, una sobrecarga que puede llegar a ser estimulante pero también te convierte en esclavo de la misma y Marco necesitaba silencio, que se callase el ruido.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 01, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

DELIRIOS DE GRANDEZAWhere stories live. Discover now