Prólogo

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Podía sentir el doloroso filo sólo con verlo. Los diminutos cristales desgarrando el suave tejido en su carrera cuesta arriba hasta el cerebro. A su sangre, resguardada por sus venas, por su pálida piel. La euforia inmediata tras las lágrimas de reflejo, todo su cuerpo se encendía con la intensidad de un carnaval. Era una fiesta verlo bailar entre las latas y vasos vacíos, tarareando torpemente una canción inventada. Se extiende haciendo ver más pequeño el espacio que habitan. Se desliza hasta la cama donde él está recostado, sentándose con suavidad sobre su abdomen y él deja de lado su cigarro, para tomar su rostro entre las manos y chocar su nariz contra la del rubio.

-  Besito de cobaya- le susurra haciéndole reír entre dientes, acuoso. Restriega su nariz y después busca sus labios, menos amoroso que necesitado, con sus manos sobre las de él, con sus dientes en sus labios, su lengua recorriendo por dentro, dejando un leve sabor a medicamento y café. El sabor del paraíso, si le preguntan. Baja sus manos por los hombros afilados, encontrándose con que lo mal abotonada de su camisa le facilita el trabajo de quitarla. Acaricia su pecho, delgado y tembloroso como una hoja. El rubio baja sus labios por su cuello, las manos desabrochando su pantalón y sólo puede sonreír. Es imposible seguirle el ritmo con tanto cristal en su sistema. Siente su lengua recorrerle el glande, mirándolo a los ojos y la espina dorsal le serpentea. Craig es de la vieja escuela " no consumas lo que vendes" quizá alguna vez marihuana, pero jamás algo más fuerte. No es que Tweek sea un adicto sin remedio, claro está, pero no tiene miedo a probar nada. No tiene reparos en limpiar las gotitas de sangre que escurrieron de su nariz a la entrepierna de su novio y seguir adentrándolo en su garganta. Enreda sus dedos en el desordenado cabello rubio que se ensortija en sus dedos para retenerlo, más profundo, más deprisa. El pantalón de Tweek ha comenzado un descenso involuntario pero invitante.

-Dulzura, si sigues así voy a acabar- la voz rasposa, el jalón de cabello, empujarlo bajo suyo, quitarse la camisa- y me muero por hacértelo desde hace tanto...- apenas un destello de tristeza, angustia en su mirada es suficiente para que Tweek, pese a lo dopado que pueda estar, le devuelva la mirada con ternura, estire sus brazos y detenga un segundo la vorágine lujuriosa que lo mueve. Craig recarga su cabeza en el pecho del otro, escuchando el ritmo de su corazón. Late para darle vida a ambos. Abraza la estrecha cintura, desarmado por los besos en su cabello, las manos mimando su espalda.

- Lo sé, amor. Créeme que lo sé- besa su frente y Craig besa sus clavículas, sin mirarlo- pero ahora estamos aquí ¿ no?- lo abraza más contra su pecho, aspirando el aroma a menta de su cabello.

Dinero fácil y morir deprisa. Esa fue la única opción que les brindó la vida cuando Thomas los encontró teniendo sexo en su casa y lo corrió a patadas. Por supuesto que la familia de Tweek lo apoyó, pero Craig no quiso ser una carga y prefirió buscarse la suerte. Dinero fácil y morir deprisa, le ofrecieron esas amistades que uno no sabe que tiene hasta que las necesita. Craig nunca quiso involucrarlo, intentó mantener al margen a su novio, pero esa pasión por lo incorrecto, esa visceralidad, esa energía ciega lo arrastraron solo. Y con más fuerza de lo que él hubiera deseado.  Porque ahora ambos estaban hasta el cuello, arrinconados. Pero juntos.

Besa las clavículas, delinea sus costillas. Su pérdida de peso es un testimonio fidedigno de cómo han cambiado las cosas en esos dos años, Tweek , lejos de avergonzarse, lo exhibe como una medalla. Dos años viviendo el sueño, le dijo hace unas semanas, después de cobrar una generosa cantidad por quince gramos de polvo,  antes de escuchar las sirenas y echar a correr en direcciones opuestas. No atraparon a ninguno, pero era una regla de oro no volver a casa hasta que estuvieran seguros de no ser perseguidos. Como si aquello fuera posible. El destino los perseguía y ambos sabían con la certeza que respiraban, que un día iba a encontrarlos y les cobraría con creces cada pequeña supuesta victoria. Pero ahora el mundo se reduce al cuerpo de Tweek a las piernas de Tweek. Cambia las posiciones y recuesta a Craig con una sonrisa conciliadora, restregándose contra la dureza.  Dejándose caer, ayudado por la gravedad, arrancando un gemido alto en ambos. Se impulsa con sus rodillas, guiado por las manos de Craig sobre sus caderas. Le encantan sus ojos entrecerrados, el siseo del aire entre sus dientes. Se siente halagado de ser el único que produzca eso en él. Porque son ellos dos contra todos. Contra Thomas, contra las otras pandillas, contra las noches frías, contra las crisis de abstinencia. Contra ellos mismos. Los balbuceos de Craig y el sonido de su carne abriéndose para él, el calor del psicotrópico haciéndole sentir más agudo cualquier roze. Sin embargo Craig fue el primero en terminar. En ese estado es difícil alcanzar un orgasmo pero es algo que no le cuenta a su novio. Le gusta complacerlo. Adormilado, el pelinegro se da media vuelta para mirar el celular sobre la mesita de noche y a Tweek le brillan los ojos.

- No te muevas- pide, y Craig siente apenas algo ser espolvoreado en su espalda. Contiene la risa, el movimiento de sus músculos cuando el filo de su tarjeta de la biblioteca traza una línea divisoria sobre su piel.

- Tienes un problema con esa cosa, hermano- el peso de sus palabras trata de ser disimulado con el tono bromista. Pero escucha ese jadeo seco, una sonrisa demasiado cansada, brotar de los labios agrietados.  Están jodidos. Pero al menos están juntos.

Ride or dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora