De fantasmas y cuyos

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Kenny y Tweek vieron cómo Gustavo y los soldados ponían manos a la obra. No había tanto problema con los demás dando vueltas por fuera, después de todo no parecían muy atentos a su alrededor. Pero Alberto y Gustavo eran el principal problema, entrando a la casa para revisarla en su totalidad.

- ¿Dónde está el indio? -preguntó Kenny en voz baja, inclinándose ligeramente hacia Tweek.

- U-um... Está en el segundo piso. -fue su respuesta.

- ¿¡En-!? -Kenny logró cortarse a tiempo y bajó considerablemente la voz.- ¿En el segundo piso? ¿Tienes una jodida selva alrededor tuyo y no se te ocurrió algo mejor que enviarlo al segundo piso?

- ¡N-no se me ocurrió otra cosa! ¡Entré en pánico!

- Tú y tu bendito pánico...

- ¡Oigan! -Charles se había girado hacia ellos, viéndolos en medio de una pequeña discusión.- ¿Qué tanto están hablando?

- ¡N-nada! Solo estábamos hablando d-de los tesoros que hay en ese lugar... Ha-hay muchas figuras artesanales... papiros... cosas... -Tweek puso su mejor sonrisa y Kenny lo imitó. El disimulo no era precisamente su mejor amigo, pero podía intentar.

- Sí, esas cosas históricamente increíbles... Ya sabes...

- Pues cállense, maldita sea. A nadie le importan esas chucherías inútiles. A la próxima, les corto las lenguas.

Tweek y Kenny callaron. Conocían a Charles, y aunque muy por lo general su especialidad era insultar a todo lo que se moviera, era conocido por todos por cumplir sus amenazas. Ambos rubios se miraron las caras preocupados. Esperaban que Craig pudiera mantenerse a cubierto y no lo descubrieran.

Mientras tanto, Craig había salido por un momento de su escondite. En cuanto escuchó las pisadas de los desconocidos, se metió directamente en otro dormitorio, usando una mesa como un pequeño refugio. Los pasos de Gustavo pasaron frente a la puerta, y aunque la perspectiva no favorecía al soldado, Craig pudo verle la cara durante un momento.

Los pasos se perdieron por el pasillo hasta llegar a otra habitación, momento que Craig aprovechó para moverse. En sus idas y venidas por la selva, había aprendido a moverse sin hacer casi ningún ruido. Se sacó el calzado y empezó a moverse. Debía tener cuidado, no había tierra que amortiguara el sonido de sus pisadas.

Cruzó rápidamente hasta otra habitación y fue en ese momento que Gustavo salió de donde estaba, metiéndose directamente en la habitación antes ocupada por Craig. El Inca sonrió, confiado. Al mover un poco su pie derecho hacia atrás, su pie dio con un cuyo. El pequeño era enteramente blanco y movía su naricita para reconocer el olor del pelinegro.

No era un cuyo que viviera en su pequeño imperio, pero muy para su fortuna podría ayudarle a salir de éste problema. Acarició la cabeza del pequeño mamífero y de su bolsillo saco un pequeño grano de maíz. El cuyo devoró rápidamente la semilla y se quedó esperando más. Craig le mostró otra semilla, pero no se la dio.

En su lugar,  lanzó la semilla hacia la habitación donde Gustavo se encontraba, cayendo sobre una de las mesas con un florero y varios ornamentos de madera. El ruido de la semilla al chocar contra el florero no llamó la atención de Gustavo, pero sí la del pequeño roedor. El cuyo blanco se deslizó a toda velocidad a la otra habitación.

El cuyo se detuvo un momento para olfatear el ambiente y trepó con agilidad por la pata de la pequeña mesa. En su carrera hacia la ansiada semilla, tiró todos los ornamentos, e incluso el florero. Por el ruido, el pequeño cuyo huyó con su semilla y escapó de la vista de Gustavo. El soldado apuntó con su rifle hacia la mesa y se acercó, pero no vio absolutamente nada.

En lo profundo de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora