02 / V / 18
Sometimes love is not enough and the road gets tough
I don't know whyLana Del Rey, Born To Die
Harry:
Ayer me he puesto a pensar en qué pasaría si las personas no tuvieran dedos, porque se supone que cada día debo pensar en algo nuevo. No creo que alguien ya no se haya puesto a pensar en qué pasaría si tuviéramos cuchillos por dedos, o pinzas, o hachas, o lo que sea con la que podamos asesinar a nuestros amigos, o a todos en general. Sé que podemos hacerlo, tú y yo, y ya que lo has mencionado, hoy he pensado en lo divertido que sería.
El líder del grupo, Steve, un hombre de cincuenta años sin dientes que había sido adicto al LSD desde la adolescencia, o cuando sea que ser adicto al LSD estaba de moda, quien a su vez cuenta que en sus alucinaciones veía ocasionalmente a Julianne Moore haciéndole mamadas; se ha acojonado cuando se lo comenté (tenías que haber visto su cara), y ahora me ha recomendado ayuda psiquiátrica. Yo opino que no todos los que piensan en matar han perdido la cabeza, porque éso habita en una institución mental, personas perdidas que ya no tienen a nadie, y no sé si estoy preparado para aceptar que éso es en lo que me he convertido; y que, tampoco tendría caso, puesto que si me internaran encontraría la forma de escapar más rápido de lo que a él le toma venirse cada mañana cuando se masturba imaginándose que frota su polla en las tetas arrugadas de Julianne.
De todos modos, no me costaría que un guardia me la meta hasta el fondo con tal de liberarme, dado que aquí nos regimos por una regla explícita llamada «Piedra, puño, papel o tijera», la cual te permite obtener beneficios a cambio de favores... Muy específicos.
También intento que las agujas en mis bolsillos no sean tan visibles ante toda ésa gente, pero siempre está el que te mira con recelo y curiosidad, relamiéndose los labios, preguntándose tímidamente con afilados colmillos si cabrá la posibilidad de que vayamos a colocarnos a los baños del galpón carcomido por las circunstancias deplorables donde nos reuníamos.
Pero éso ya era sobrepasar los límites, incluso para mí.
Me he dado cuenta de que no me cae bien nadie. Ni los interesados, ni los ladrones, ni los que sólo buscan un escape, ni los rubios, ni los escritores, ni a los que se les murió el padre en un accidente de tránsito o por ahogamiento en ácido o la madre dando a luz a monstruos como ellos, ni los que son como yo. Y no sé si sea una consecuencia tuya, pero ya nada me importa. Todo es tan vacío que mi mente siempre encuentra la forma de hacerte entrar. Pero, Harry, éso tampoco me importa, ni siquiera un poco.
Si tuviera hachas en vez de dedos tu padre sería el primero en morir. Al estilo Lizzie Borden, me enfundaría en un vestido blanco que al final sería más sangre que tela y tú te sentarías en un rincón de la habitación, observando cómo destripo con gozo a tu pobre y asquerosa excusa de padre. Luego, haríamos el amor a un lado de su cuerpo sin vida, yo embarrándote de su sangre y tú embarrándonos de placer y gloria a ambos.
Me da mucho gusto que hayas empezado la universidad. Te visualizo tan pulcro, curioso por los misterios y las soldaduras, soñador, sin tiempo para nada.
Me gusta seguir siendo tuyo.
Si no respondías, no hubiera sabido qué pensar. No hubiera querido saber qué pensar, porque entonces lo pensaría a cada segundo, las palabras incoherentes y las posibilidades y la rabia danzando por todos lados y bañándome como un balde de agua hirviendo hasta que muera. Cuando pienso en ti, puedo escuchar en mi cabeza el ruido de violines, de un único sonido hondo y punzante, recordándome que existes, y que siempre lo harás.
Pienso que eres la persona más fuerte que hay. Nada puede vencerte. Tú eres fuerte y maravilloso así, como eres. Me pregunto si en todas las vidas será así contigo. Si me tocará sufrir más, o menos, porque sé que el sufrimiento es ineludible aunque sientas que te retuerce las entrañas desde dentro. Él y el amor son lo mismo, o van de la mano, al menos. Dispuestos a arruinar y a reconstruir a quien sea como piezas de Lego.
Cómo me gustaría pasar los dedos por tus párpados y hacer que pienses cosas hermosas. Succionar con mi propia boca el dolor atrapado en tu cuerpo, hasta desvanecerse por completo. El que te tortures a ti mismo me genera una clase de furia e impotencia que no soy capaz de explicar.
En ocasiones, siento que no existe cortina alguna que me separe del mundo exterior, y lo comprobé hoy, cuando me paré en medio de la sala de estar y lo primero que sentí fue al Sol acariciándome la piel con sus manos de miles de grados, haciéndome trizas. No me moví. Me sentía tan expuesto que todos mis sistemas se sometieron a un estado de completo pánico y desesperación, como si de repente me hallase completamente solo en un cuarto cuyo piso y paredes y techo es consumido por una oscuridad que te machaca los huesos.
Oh, Elio y Oliver. Las palabras encargadas de describirlos no nacen aún. Así que me siento, en la espera, y reflexiono. Intocables como la misma muerte, sé que alguna vez pudimos haber sido como ellos. Pero no lo hicimos, porque nosotros acabamos mucho peor.
Perdóname si te sientes traicionado por mis mentiras, pero en aquél tiempo eran lo único manteniéndonos vivos. Y por primera vez, la amargura de un momento tanto feliz como retorcido se arrastra por mi tripa, buscando expulsarlo todo.
Nosotros creamos nuestra propia historia. La construimos, sueño por sueño. Canción por canción. Estaba fascinado por ti. Quería seguir aprendiendo de ti para toda la vida, hundiendo las manos en tu pelo y memorizando la extraña presión de tus huesos y toda parte de ti contra mí, contra mis manos y mis gritos ahogados.
Te gustaba los sonidos que hacía cuando ponías una mano en mí y la apoyabas hasta dejar marcas. Te gustaba todo lo que saliera de mi boca, e intento no presumirlo tanto. Te gustaba incluso si estaba dirigido hacia ti como dagas, como el aire envenenado.
El pensar que llegará el día en que te cases con alguien a quien no amas me está llevando al borde. Si lo haces, sabré que será porque quieres vivir el resto de tu vida sintiendo que ya no vives más. Que las cosas se revuelcan en la tierra una y otra y otra vez hasta que ya no las ves.
Será porque, oficialmente, me has superado. Porque si realmente me amaras, ni siquiera estarías ahí con ella, sino buscándome, navegando los océanos que fuera, recorriendo calles y más calles y volviéndote pandillero sólo para dar conmigo. Pero. Supongo que sientes mucha lástima por ella. Que te importan sus sentimientos. Quiero que sepas, ahora mismo, que yo nunca dejaré de desearte. Casado, con bebés que dicen de todo antes de aprender a hablar y que luego van a la escuela y se arruinan la vida y se vuelven grandes en un mundo donde el caos te destruye tan rápido que un día te preguntas si llegarás vivo para el cumpleaños del más pequeño. No dejaré de desearte.
Viejo, sin dientes ni pelo; aunque debo admitir que extrañaría muchísimo juguetear con él.
Lo único que no podría hacer sería ser feliz con alguien que no seas tú.
Y tú estás allí, tumbado en la cama mientras yo fantaseo con recorrer con mis uñas tus tobillos, tus pantorrillas y luego tus anchas caderas. Te veo con el albaricoque, abriendo tu boca, bajándolo para ensuciarte, rompiéndolo con la punta de tu polla, con el fin de volverte loco con tanto y de pensar en mí porque quiero que lo hagas.
No sé si llegaría a morder la bendita fruta o si mejor dejaría que se deshiciera entre nuestros cuerpos, follando como si no hubiera un mañana, y luego chupando los trozos restantes de tu estómago, de tu pecho, de donde me he venido dentro de ti.
Louis.
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Manos de medianoche
FanfictionEl dolor era tal, que incluso sentía sus manos a la medianoche.