Prefacio

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La primera cosa que amé hacer en la vida fue cantar. Recuerdo con dificultad cómo me juntaba a mi papá cada vez que podía para interrumpirlo cuando él, con su vieja guitarra entre sus brazos, dejaba fluir melodías a las que acomodaba perfectos versos que alguien más compuso. Supe desde entonces que la música sería para mí algo ineludible, que tuviera o no el talento aquello iba a ser parte fundamental de mi historia.

Empecé a pedirle que me dejara cantar con él. Dejé que aquello que pasaba se convirtiera en un vicio, sin que pudiese yo liberarme nunca de sus manos, puesto que este es un vicio que no posee garras. Las pruebas de esto que cuento eran unos casetes que mi padre grabó para escuchar miles de veces aquellas letras inventadas que surgían por inspiración de la misma música. Desde pequeño parecía tener la facilidad para improvisar mensajes que bailaban al ritmo de la música. No pude evitar convertirme en un compositor de canciones.

Suelen surgir melodías en nuestras mentes: creaciones propias, rebosantes de vida. A veces uno las deja venir y marcharse. Unas se resisten, quedándose. Otras se van, pero vuelven. Lo cierto es que no te puedes liberar de su aguijón hasta que les asignas letras propias. Entonces es como si cumplieran su propósito. Existirán en la memoria del dueño de sus letras. Saben que su vida durará lo que dure la nuestra. Sin embargo, dejaron una huella imborrable, algo sempiterno: ellas fueron las que inspiraron unas líricas, que como el alma, nunca morirán. Son el legado de un compositor que nunca encontró una voz para entonar sus canciones.

En esta colección que llamo "Líricas del alma", recojo las canciones que he escrito desde que era un adolescente. Puede que encuentres un parecido en sus letras a algunos de mis poemas ya presentados en otra colección, pero ellas tienen una característica que las diferencia de mis poemas. Son versos que no se acomodan a un estilo similar, si no a algo invisible y que solo yo conozco: una melodía que vino a hacerme compañía, y suele venir desde entonces. Y como no logré ser un cantante, ahora solo me quedan las letras, y mientras viva, vivirán las melodías. Quizás alguna viva más tiempo que yo.

 Quizás alguna viva más tiempo que yo

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Líricas del almaWhere stories live. Discover now