Silvia

4 0 0
                                    


La princesa Silvia se encontraba muy feliz, pues, en unas cuantas horas más tendría una hermosa boda en el palacio encantado del príncipe Fausto, el amor de su vida.

La princesa Silvia recordaba todas las mañanas el día en que Fausto llego en su hermoso corcel teñido de blanco a salvarla de la horrible maldición que la acompañaba.

Esta maldición mantenía a Silvia aislada de todo el mundo, la sumía en un profundo pozo lleno de grises y alteraba el tiempo para que cada segundo para ella fuese eterno.

Esa mañana en que Fausto llego a su torre, Silvia había despertado con una sensación completamente distinta en su cuerpo, al abrir la ventana el sol brillaba cómo nunca y el aire fresco recorría cada rincón de la habitación de Silvia. Lo segundos eternos fueron un pestañeo que laura usó para limpiar su entorno, quitar la basura y redecorar la pieza.

Se sentía con más animo que nunca, cómo si la maldición en realidad siempre fue invento suyo.

Ese día decidió salir a hacer las compras y al salir de su torre lo vio a él.

Un joven apuesto, príncipe de Amsterfrenia, que a pesar de todas sus cualidades a Silvia le llamaba mucho la atención su sentido del humor y la alegría que emanaba de su ser, era la cura de su maldición.

El apuesto príncipe pasó días y noches enteras en la torre de Silvia Sin importarle que todo un reino esté a la espera de su mandato, pues sabía que Silvia era mejor que el poder mismo para un rey.

Pero una tarde en que Silvia notó que el sol apenas calentaba por el paso de su ventana el príncipe desapareció sin más, sin dejar rastros ni huellas de su persona.

En su reino culpaban a Silvia de haberlo hecho desaparecer sin saber que la pena que ella sentía por la falta de Fausto era proporcional a la poca cordura que le mantuvo la maldición que antes le acomplejaba.

Pasaron los años y Silvia aprendió a vivir en la oscuridad, pudo adaptar sus ojos a la penumbra y ver cosas que jamás ningún otro ser humano podrá ver, ni su cuerpo, ni sus emociones ahora influían en este mundo oscuro, era mucho más adictivo que los grises que acostumbraba a ver y ya nada podría alumbrar su camino...

De pronto Silvia postrada en su cama le llegó un mensaje a través de una hermosa paloma de color blanca el cual decía:

Silvia, Lamento mucho dejar que pasarás tardes y noches completamente en vela pensando en mí, tu bien sabes que eres la mujer que yo más amo y que nada en el mundo nos podrá separar jamás, está noche será nuestra boda en el palacio principal de Amsterfrenia, sé incluso sin haberte visto últimamente que estarás hermosa, preciosa, cómo aquella vez que pasé por ti por primera vez.

Con mucho amor, Fausto Príncipe de Amsterfrenia.

Sin embargo, la maldición no se había ido, habían elfas blancas que le impedían salir de su torre cada vez que Silvia se lo proponía diciéndole "Vuelva a su habitación por favor, no hay ningún matrimonio" y luego le proporcionaban un líquido extremadamente relajante en su brazo derecho.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 04, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Punto de encuentroWhere stories live. Discover now