Narrado por Alex.
Escrito por: AmeBurst.
Nada de lo que ocurre aquí es realidad, todo sale de mi cabeza.
——————————-¿Saben? Siempre intenté ser lo más importante para esa persona.
Siempre intenté cuidarlo, aconsejarlo, quererlo lo suficiente, pero allí esta, con sus amigos, ignorándome, seguramente para luego decirme por mensaje que me quiere y que soy lo mejor que tiene.
Nunca demuestra que me ama, él simplemente… Me deja solo, como si realmente no fuera nada para él.
Solo “demuestra” lo que siente vía mensaje, nunca a la cara. Nunca me ha dado un abrazo, un beso ni dicho un solo “te quiero”.
Y yo, a pesar de quejarme y quejarme, aquí estoy, aguantándome esto y perdonándole todas y cada una de las gilipolleces que hace.
¿Qué si lo quiero? Claro que lo hago.
¿Por qué sigo aguantando todo esto? Porque lo amo, a pesar de que él lo ignore, lo sabe, y sabe como me duele todo esto.
-¡Alex!- Me llamó. Le sonreí, pero fue en vano, enseguida se volteó.- Nada, olvídalo.
Un suspiro.
-Venga, va, invítalo.- Escuche que le decían.
-¡Pero tío! Ya te lo he dicho, es repugnante.- Dijo en un susurro.- Por más que sea mi amigo…
Y ya a partir de eso deje de oír.
Las lágrimas amenazaban con salir, genial, lo mejor que podía pasarme.
-¿Sois gilipollas o qué, tío? ¡Qué Alex no es repugnante, ustedes lo son!- Escuché, sin saber de quién era la voz, era alguien que conocía, pero vamos, no es como si quisiera reconocerla tampoco.
Me paso un brazo por el hombro y me sacó de allí rápidamente, y casi al instante, las lágrimas desbordaron de mis ojos.
Vegetta estaba aquí, Vegetta me había defendido, él me estaba abrazando al verme llorar.
-Ya, tranquilo Alex, son unos capullos, lo sabes…- Me susurró sin soltarme.- No les des atención…
Apoyé mi mejilla en su hombro, poniéndome de puntillas y notando como él se agachaba un poco (bastante) para que pudiera completar esa acción.
-Gracias.- Susurré.
-No me agradezcas, no hace falta chavalín, hice esto porque eres mi amigo… Un muy buen amigo.
Me separé, evitando mirarlo.
Tranquilo Alex, tranquilo.
-¿No te doy asco?- Musité débilmente.
-Claro que no.- Me sonrió tiernamente.- No podría odiarte por nada del mundo.
Y ahí empezó todo o… eso creo.
Llamadas, mensajes. Muchas cosas, y bastante rápido.
Vegetta se la jugaba enviando indirectas en charlas de skype que rápidamente reconocía pero ignoraba. No quería nada serio, y mucho menos con él, simplemente por no romper nuestra amistad.
A los… ¿dos meses? Ya no recuerdo bien. Un día cualquiera, mientras estábamos de fiesta, se acercó a mi y me miró fijamente. Recuerdo que ambos estábamos sumamente bebidos y, sin mediar palabra, nos besamos.
Recuerdo como nos miró todo el mundo, los cuales se tomaron esto a coña, a típica cosa que ocurría cuando se estaba de borrachera.
Pero no, no fue eso.
Vegetta sabía perfectamente que hacía, y visto desde fuera, era gracioso, ya que intentaba alejarme del grupo para hacer cosas de adultos, vamos, ¡que quería follar! Y lo más gracioso aún, lo deje.
Esa noche pasaron muchas cosas, tantas que no tengo forma de explicarlas, pero… Fue simplemente increíble, su ternura, la dulzura en cada una de las palabras que decía…
-Su ternura…- Repitió Samuel detrás mío, haciendo que instantáneamente dejara caer los folios.
-¿¡Qué coño haces leyendo esto!?- Le grité, agachándome rápidamente a juntar todo.
-Leí Vegetta y sentí que debía leerlo.- Me tomó de la cintura y me hizo levantarme.- ¿Así que tierno? ¿Dulce?- Me tomó del mentón y sonrió lascivamente.- Claro, aunque no es tan así ahora.
-Como sea.- Dije, soltándome.- No vuelvas a aparecer de la nada.
Se río y me beso.
-Te amo, ¿lo sabes, no?
-Mejor de lo que crees.- Le bese el cuello y lo volví a escuchar reír.
-Lástima que no llegues a mis labios a la primera eh.- Se agacho un poco y señalo sus labios.- Beso.- Susurró.
Lo miré varios segundos y me rendí, besandole.
-Te quiero, un poco.- Le dije sonriendo.
-Con eso me vale.