Estoy en el suelo, como las hojas de los árboles abofeteadas por el clima y el tortuoso tiempo.
Estoy en el suelo como un cadaver olvidado en el profundo bosque, en el suelo como su rastro de sangre.
No puedo y no quiero moverme, no me gustaría, ni por un instante, dejar de ver el cielo moverse, los cometas y las nubes, las aves y los aviones, boca arriba y desde el suelo no quiero descongelarme de este trance.
Desde donde veo todos parecen más grandes, pero no pueden ver al cielo como yo, solo pueden ver el suelo buscando algo para pisar, algo para aplastar, algo para destruir...
Tal vez a la colonia de hormigas, que sin sueño y descanso, construyeron una utopía desde los depojos de la madre tierra, para muchos, cero.
Tal vez para recoger lo que otro olvidó, algo, alguien, nada... No lo sé.
Desde el cielo cae la lluvia, el sol, el granizo, ¡las bolas de fuego! ante todo no cierro los ojos y los recibo con los brazos abiertos.
Todo es, desde el suelo y sin moverme, estoy petrificada en una fisura de la realidad.