IV

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Steve y Tony

El rubio movió su mirada desde el bello hombre cuyo cuerpo está tan cerca que casi toca el suyo a su amiga que mantenía una conversación con el nombrado Peter Quill. No sabía qué hacer así que no hizo algo, en momentos cómo éstos deseaba ser más atrevido pero la falta de sueño no ayudaba. De pronto su amiga tomó su brazo y Steve se estaba dejando llevar pero in tirón del lado contrario lo hizo fijarse de nuevo en el hombre, Tony Stark. Éste se aferraba a su brazo tan fuerte que sus uñas romas estaban clavadas en él pero no dolía.

Los ojos café que brillaban lo observaron y quedó atrapado. No pudo voltear a ver a Gamora, sólo escuchaba murmullos de ella hablando de nuevo con Quill.

— Te ves sorprendido, Steve.

— Sólo no entiendo porque me mantiene atrapado.

— Por tu olor.

Steve no pudo evitar tratar de olerse a él mismo. Él no se echaba colonia alguna.

Tony se rió divertido de que aquel joven hermoso fuera tan adorable.

— Olor natural, querido.

— Pero debo estar sudando. Aquí está muy caliente.

— Puedes ir a mi habitación. Tengo un cuarto de baño con una enorme ducha.

El castaño mentalmente rogaba que dijera que sí porque ya no podía soportar la erección que su pareja le había producido desde el preciso momento en que habló captando su atención.

— Yo no sé.

Steve sonrojado. Voy a morir, pensó Tony ¿Se puede morir de frustración sexual?

— No te haré algo, jovencito.

— Tengo 23.

— Lo sé. No quise ofender.

— No, no. Yo sólo...

El rubio volteó a ver a su amiga pero no la encontró. Buscó o trato de hacerlo porque las personas y la niebla hacía limitada su visión. Cuándo se dio cuenta de que no lo lograría de esa forma decidió pedirle a Tony que lo ayudara a buscarla pero encontró a un hombre hablando con él. De forma muy amistosa y hasta tocando la mejilla del genio.

Un gruñido salió y dos pares de ojos lo vieron con sorpresa.

— Tu amigo parece enojado, Tony.

— Steve ¿Estás bien?

El rubio sólo asintió. No sabía porque se comportaba así. Y no le gustaba. Tal vez sí debería salir de ahí y refrescarse. Cómo no podía irse sin sus amigos decidió aceptar la oferta de Tony.

— Acepto tu propuesta. Creo que me vendría bien un descanso de todo esto.

Dijo mientras acaparaba todo el club.

— Perfecto. Bueno Rhodey amigo mío, nos vemos. Espero encuentres algo bueno ésta noche.

— Gracias, Tony. Nos vemos, Steve.

Y con una sonrisa el hombre de porte militar se marchó escaneando el club mientras lo hacía.

— Bueno, vamos.

Su brazo fue jalado y él sólo siguió al castaño. Algo dentro suyo le decía que siempre lo seguiría.

Tras unos minutos llegaron a una puerta escondida que llevaba a unas escaleras. Un pasillo se abría que finalizaba en una sala confortable y tres habitaciones alrededor de ella.

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