Eran las 23:47. Todo estaba oscuro en el apartamento, solo una pequeña lámpara encendida junto al sillón en el que estaba ella, casi dormida.
Trasteaba con el móvil, sin hacer nada en concreto. De aplicación en aplicación, algún juego...
Llevaba horas esperando. Bueno, por esperar podríamos decir que llevaba esperando días, semanas e incluso meses.
¿Y qué esperaba?
Se empezó a morder las uñas.
Entonces miró la pantalla de su móvil una vez más y vio como la pantalla había cambiado y ahora aparecía el nombre de él. Llamando.
— Hola.—dijo ella con seriedad.
— Hola.
— ¿Qué tal?—preguntó con rabia contenida.
— Bien, ¿tú?
— ¿Yo? Yo bien, como siempre—¿bien? Después de tenerla todo el fin de semana esperando a que la llamara y después de discutir tantas veces ¿tenía los cojones de decirle que estaba "bien"?
— Me alegro.—respondió él como si nada. Ella odiaba que hiciese eso. Que fingiese que todo estaba bien cuando los dos sabían que no era así.
Un silencio incómodo se hizo paso en la conversación y se mantuvo hasta que ella suspiró, exasperada. No pensaba disculparse, de hecho no tenía nada de lo que disculparse, todo había sido culpa de él, de su vida ocupada y sin un mísero espacio para la que en teoría era su mejor amiga.
— Entonces... ¿te va bien que venga el viernes y me quede hasta el domingo?—preguntó el rompiendo el silencio.
— Por mi sí, ya te lo he dicho varias veces.
— Vale, perfecto. Pues compro los billetes ya, así ya los tengo y será más oficial—soltó una pequeña risa, de esas que no llegan a ser más que una mueca y una expiración más fuerte de lo normal por la nariz.
—Sí, mejor.
Otro silencio se apoderó de la conversación mientras él compraba los billetes de autobús para ir a verla. Hacía meses que no se veían en persona. A ella se le hacía cada vez más duro, pero para él estaba siendo bastante más fácil y no se esforzaba en ocultarlo.
Realmente no hacía mucho que se conocían. Apenas un año y unos cuantos meses. Pero habían sido meses muy intensos para los dos y se habían convertido en confidentes el uno del otro, contándose todo lo que había por saber y apoyándose mutuamente pasara lo que pasara. En apenas unos meses se habían convertido en mejores amigos. Hablaban cada día, se daban los buenos días y las buenas noches. Y también era costumbre llamarse antes de irse a dormir para contar mejor las novedades del día.
Pero eso se acabó hace tiempo. Él había pasado de aparecer en todas y cada una de las llamadas recientes del móvil de ella a aparecer una vez al mes como mucho.
La universidad.
Sin más. La universidad les había distanciado como nada nunca antes lo había hecho. Cada uno en una ciudad diferente estudiando. Cada uno con sus nuevos amigos. Sin embargo ella aún tenía tiempo para él. Y sino lo tenía intentaba buscarlo porque le encantaba tener conversaciones sin fin y poder contarle cualquier cosa.
Pero él no hacía lo mismo.
Él se dedicaba a contestarle brevemente a los mensajes y cada vez que ella le preguntaba si podía llamarle él le respondía con la misma frase, una y otra vez. "Estoy ocupado, ahora no puedo, a lo mejor más tarde". Y obviamente, ese más tarde nunca llegaba. Ella al principio esperaba, no perdía la esperanza de que él le diría que podía hablar. Le esperó la primera, la segunda, la tercera y a lo mejor hasta la décima vez. Pero después se dio cuenta de que no tenía sentido esperarle, de que esa llamada nunca llegaría.
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Relatos
RandomRelatos cortos que me surgen en momentos de inspiración y he pensado que a lo mejor no es mala idea compartirlos!