—¡Bajad la música, estoy intentando estudiar!
Esa noche iban a salir de fiesta. Las cuatro, como en los viejos tiempo. Como antes de irse cada una a una ciudad distinta a la universidad. Estaban todas en casa de Abril, nuestra protagonista, y tenían la música a todo volumen mientras se maquillaban y preparaban para salir.
—Deja de estudiar ya, anda, se te van a caer los ojos—le dijo Abril a su hermano pequeño, que seguía aporreando la puerta.
El chico acabó yéndose resoplando y ellas volvieron a subir el volumen, terminando de retocarse.
—Chicas, no sabéis las ganas que tengo de salir con vosotras.—dijo una de ellas.
—Llevamos planeando esto semanas.—respondió otra.
—¡Hoy vamos a arrasar!—gritó Abril.
Las otras chicas le corearon. Hacía meses que no se veían y hoy era su noche de reencuentro. Iban a ir al sitio al que siempre iban antes de irse y se lo iban a pasar de puta madre.
Una hora más tarde llegaron al lugar y después de hacer una larga cola consiguieron entrar. Fueron directas al bar a pedir una copa y estuvieron charlándose y riéndose un buen rato hasta que decidieron irse a bailar. Canción tras canción, risa tras risa. Pasaron las horas y ellas decidieron volver al bar a descansar un rato.
Cuando consiguieron sentarse en una mesa un grupo de chicos se acercó a ellas. Eran compañeros de universidad de una de sus amigas. Se sentaron con ellas y estuvieron hablando todos juntos.
Abril se fijó especialmente en uno de los chicos. Le conocía de vista, de haberle visto en alguna que otra foto y aunque no fuese un chico guapísimo, tenía algo, ese algo que te hace mirarle dos veces.
Pero claro, cómo iba Abril a conseguir algo con ese chico, era imposible. Ella apenas había besado a cuatro chicos en sus 19 años de vida. Algunos dirán que es patético, ella solía pensarlo, pero se dio cuenta de que muchas más chicas estaban en su misma situación y decidió no darle importancia, no se sentía mal.
Pero ese no era el problema. Abril no estaba acomplejada por la cantidad de chicos que había besado en su vida. Ella estaba acomplejada con su cuerpo.
No, no estaba gorda. Le sobraban unos quilos, de esos que se notan pero no llegan a ser "preocupantes". Eran unos michelines que había intentado quitarse durante años pero que era imposible. Ella comía sano, pero la falta de ejercicio en su vida era lo que hacía que esos quilos no la abandonaran.
Día a día no le preocupaban mucho, tenía muchas otras cosas en las que pensar. Pero en cuanto se miraba al espejo o se hacía una foto con sus amigas se daba cuenta de que no era como ellas. Con esto no quiero decir que ellas estuvieran perfectas, cada una es como es, pero a Abril le gustaría parecerse más a ellas.
Eso hacía que Abril tuviera la autoestima muy baja y que su confianza con el tema de los chicos fuese prácticamente nula. A ella nunca se le ocurría acercarse al chico y empezar a hablarle o pedirle el número. Porque no tenía la confianza suficiente.
Pero es anoche, al ver a ese chico, Abril decidió cambiar.
Decidió que como seguramente no volvería a ver a ese chico en su vida, podía hacer el ridículo, porque si terminaba mal la cosa, no le volvería a ver la cara nunca más. No tenía el peligro de tener que verle cada día.
Así que se arriesgó. Les pidió a sus amigas ir a por una copa más y cuando estaban en la barra las cuatro esperando les contó que quería conseguir algo con Mario, así se llamaba el chico.
Sus amigas la vitorearon y le ofrecieron su ayuda, sobretodo la que le conocía. Entonces acordaron llevar a los chicos a la pista de baile y ahí Abril se acercaría a él.
Después de dejarlo todo claro, volvieron a la mesa donde estaban todos y para disgusto de Abril, Mario y otro de los chicos ya no estaban. Sus amigas la miraron sin saber que decir.
—¡Vamos a bailar!—dijo Clara, a chica que conocía a Mario, sorprendiendo a todos. Abril la miró preguntándole con la mirada qué coño hacía, Mario no estaba y su plan ya no tenía sentido.
Clara, le guiñó un ojo y cuando todos los demás ya estaban yendo hacia la pista, se acercó a Abril y le enseñó el móvil. En él se podía ver una conversación con Mario en la que su amiga le preguntaba donde estaba y él le respondió que había tenido que irse un momento, que ahora volvía. La chica le dijo que estaríamos en la pista de baile y que ahí le esperaban.
Abril pensó que Mario no volvería, que se olvidaría. Pero fue a bailar igualmente porque realmente esa noche había sido para disfrutar con sus amigas.
Así que se puso a bailar, cerró los ojos y disfrutó.
Hasta que le dieron un codazo y se giró para ver que sus amigas miraban todas en la misma dirección. Ella miró y ahí se acercaba Mario, pasando como podía entre la gente bailando a su alrededor.
Se puso a bailar con ellas inmediatamente y Abril, llenándose de coraje se acercó y se puso a bailar con él. Mario no se alejó, posó sus manos en la cintura de ella, siguiendo el movimiento de su cuerpo y bailaron juntos, mirándose.
Él con su mirada intensa, como hubiese sabido desde el primer momento que eso pasaría.
Ella llena de gozo por estar a punto de conseguir lo que se había propuesto a pesar de sus muchos complejos.
Y sucedió.
Se besaron, ¿quién se acercó primero? Quién sabe, la tensión era tan grande que era inevitable que sus labios se juntaran.
Y así estuvieron un buen rato, bailando y besándose de rato en rato.
Hasta que tuvieron que despedirse y él simplemente se fue, sin pedirle el número ni nada.
Bueno, al menos había conseguido besar al chico que quería. Era la primera vez que le pasaba y no cabía en sí misma de orgullo.
Eran las 05:14 a.m. cuando llegó a su casa. Después de avisar a sus padres de que había llegado, se metió en su habitación y se desvistió, poniéndose el pijama y preparándose para meterse en la cama y dormir.
Cuando se fue al baño a desmaquillar, no pudo evitar fijarse que el pintalabios que se había puesto antes de salir, había desaparecido por completo. Una risa tímida salió de sus labios, mientras posaba sus dedos en ellos, recordando lo que había pasado y hasta sonrojándose un poco.
—Venga Abril, olvídate de él. No te ha ni pedido el número. Cuanto antes lo olvides mejor.—se dijo para sí misma.
Y era verdad. Ella tampoco había tenido la intención de conseguir algo serio con él. Pero después de lo que había pasado no lo descartaba, le apetecía conocer más a ese chico.
Intentó quitarse la idea de la cabeza porque no tenía manera de conseguir hablar con él ni volver a verle, ese había sido el motivo principal por el que había decidido intentar algo. Pero sin embargo, no se le iba su imagen de la cabeza.
Terminó de desmaquillarse y volvió a su habitación. Se tumbó en la cama y puso el móvil a cargar. Cuando lo conectó se encendió la pantalla.
Las 05:47 de la mañana.
Y una notificación.
Un mensaje de un número que ella no tenía guardado pero que al leerlo hizo que le diese un vuelvo el corazón.
"Hey, soy Mario. Le he pedido tu número a Clara, ¿te apetece hablar un rato?"
YOU ARE READING
Relatos
RandomRelatos cortos que me surgen en momentos de inspiración y he pensado que a lo mejor no es mala idea compartirlos!