Gotitas de Lluvia

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«Debiste haber traído un paraguas.»

Se repetía aquella frase, una y otra vez dentro de su cabeza. Una serie de pasos tan sencillos que su distraída mente olvidó.

Levantarse.

Ir a su habitación.

Coger el paraguas.

Salir.

Pero, Sakura era tan distraída, que ni el mensaje de texto de Tomoyo la hizo recordarlo. Sabía que llovería, llovería todo el día, lo suficiente para que, al día siguiente, los restos de la tormenta dejaran rastros que lo que sucedió, convirtiéndose en charquitos en el pavimento donde los niños de la primaria saltarían, salpicando con agua a sus compañeros.

Incluso, los charquitos ya estaban ahí, bajo sus pies, salpicando sin piedad sus calcetas, enfriando más y más sus ya heladas piernas.

—Podemos compartir paraguas de regreso a casa, Sakura —ofreció Tomoyo.

Pero Sakura se negó.

Odiaba que su mente le hiciera tales jugarretas, aquellas que la hacían avergonzarse, aquellas tontas acciones tan típicas de una muchachita tan torpe. Y, aunque Sakura fuese tan noble, también tenía un orgullo que sentía que se quebraría de aceptarlo.

—Iré a casa de Touya hoy —mintió—. Necesita que le ayude.

Sabía que Tomoyo no se tragaría tal falacia. Tomoyo era más lista que eso.

—Bien —aceptó con aquella dulce y paciente mirada y una cálida sonrisa, aquella que derretiría incluso el corazón más helado—, mándale mis saludos —. Se despidió sacudiendo su mano.

Sakura miró atentamente como la elegante figura de su prima se volvía más y más lejana, con aquel gracioso caminar que sólo alguien con un porte tan fino poseía. Largo cabello resplandeciente bajo un contrastante paraguas amarillo.

Suspiró al escuchar las gotas caer con más y más intensidad.

Si bien, era ridículo ir hasta el nuevo hogar de su hermano, sólo por no aceptar el paraguas de Tomoyo, para Sakura lo era aún más el aceptar que, de nuevo, Tomoyo tenía la razón.

Sakura adoraba a su prima. Su prima, su mejor amiga, incluso aquella hermana que jamás tuvo, pero, detestaba que con aquella gentileza le recordase algo tan obvio como era tomar un paraguas, e incluso así, lo olvidara en casa.

La torrencial lluvia seguía cayendo, empapando su uniforme y su cabello. Mechones de miel se pegaban a su frente, con gotas escurriendo por su cara y algunas quedando atrapadas en sus espesas pestañas. Pero ella continuaba, debía de llegar a la estación de tren tan pronto como sus tambaleantes piernas se lo permitieran.

Frío, tenía mucho frío, y sus brazos rodeándose a sí misma, y sus manos frotándose ya no eran de gran ayuda. Sakura era un caos convertido en una bolita que se había encorvado para, inútilmente, tratar de darse un poco de calor.

Pasaba la gente mirándola como si fuera un show de circo, aquella muchedumbre de personas que paseaban con apuro bajo su paraguas la miraba y murmuraba sinfín de adjetivos de los cuales, algunos pudo descifrar leyéndoles los labios.

«Mira aquella loca.»

«Pobrecilla.»

Puaj.

x.x.x

Cuando al fin llegó a la estación, sintió un enorme alivio al ver que -probablemente por la lluvia- se encontraba tranquila, y cómodamente vacío, salvo por algunos infortunados como ella que esperaban por el tren.

Sakusyao | Gotitas de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora