Cronicas de una mente fracturada

La máscara del Silencio

A lo largo de la vida, cada persona construye su propia identidad, una faceta que le representa de la forma más fiel de la que cualquier característica que posea pueda describir. Así es como nacen identidades tan diversas entre sí que es menester categorizarlas para poder realizar un pseudo inventario de la sociedad, dividiendola en base a sus ideales. Todos nos hemos sentido identificados con un libro en especial, alguna película que hable de un tema recurrente en nuestra propia vida, una canción que se acerque de forma anormal a nuestra realidad, haciéndonos exclamar de una vez "Hey! Soy de quien hablan!". No obstante, muchas veces esta faceta está oculta dentro de otra que, en gran parte de las veces, no concuerda con la que intentamos ocultar de los demás, sea cual sea el motivo. Algunos se encierran en un caparazón del que están tan ensimismados que nunca salen de ahí, mientras que otros solo la usan para caer bien y tener más amigos con quién compartir una tarde ociosa, alguna conversación trivial por teléfono, una partida de algún juego multijugador o solamente compartir una cerveza cuando la fiesta está en su apogeo.
Estás máscaras crecen con nosotros a medida que la sociedad nos empuja a seguir un comportamiento adecuado a la situación, sea esta una junta del trabajo o una conversación sobre el último partido de fútbol. Y no está mal tener estás máscaras, pues son la llave que abren distintos campos de nuestra existencia y experiencia, como la probabilidad de ir a más fiestas, conocer gente nueva con intereses distintos, apoyar una causa social imponente como el feminismo o el movimiento Hipster, nuevas oportunidades laborales en un abanico cada vez más amplio, conocer el amor y el consecuente despecho después de una ruptura, etc. Podríamos hablar durante horas sobre este tema de las máscaras, pero la verdadera pregunta siempre se mantiene oculta entre las sombras, sin grandes deseos de salir a la luz ¿Donde termina la máscara de turno y empieza mi identidad propia? ¿Cómo se qué está conducta, esta forma de hablar y de ser, realmente soy yo?
Realmente, no se puede saber. Vivimos tanto tiempo con una máscara en nuestro rostro que perdemos nuestra propia identidad, haciéndonos navegar tranquilos por entre la sociedad, perdiendo a cada paso pequeños pedacitos de lo que solíamos ser. Algunas personas tienen tan enraizada la máscara que más usan que sienten que esa es su actitud real, que eso es ellos mismos, pero suelen equivocarse garrafalmente. ¿No te has descubierto a ti mismo haciendo algo que antaño pensabas era impensable realizaras? ¿O teniendo pensamientos disonantes a lo que sientes realmente? Puede que ahora tomes un poco de peso a mis palabras, pues las cosas siempre son como dicta el silencio.
En silencio, nos quitamos hasta la máscara mas pesada sobre nuestros rostros, dejándonos ver en el espejo aquello que solíamos ser, un niño inocente y con hambre de aventura, deseando cumplir sus metas a su propia forma, aunque para ello tenga que sacrificar su propia vida.
Pero, ¿no será este silencio la misma condena de las máscaras? ¿Una voz colectiva e inconciente, que te juzga desde atrás de tus propios ojos cuando te alejas de lo socialmente aceptado?
Porque incluso una mentira tan pequeña como decir "Si, estoy bien" cuando realmente no lo estás es una máscara, y una realmente pesada, ya que suprimes tu propia alma en el afán de caer bien, no preocupar a nadie o solamente decir "Después lo arreglo".

¿Realmente vale la pena arriesgar tu alma por aquel problema que no puedes solucionar y te come por dentro, aquella disputa con tu mejor amigo que amenaza con separarlos, aquella pareja que no te toma en cuenta al punto que piensas la relación no tiene más futuro que un punto final, aquel trabajo que a duras penas satisface tu necesidad económica, sin hablar de la necesidad espiritual?

Tal vez, la respuesta correcta sea un gran y rotundo no.

"El ceño fruncido de aquel chico mostraba fiereza e impotencia mezclados en una extraña mezcla dentro de un huracán de emociones, mientras la canción favorita de turno sonaba a través de sus audífonos con el volumen suficiente para ahogar sus propios gritos de súplica"