La punta del iceberg

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Aquella mañana me levanté con ahínco y una emoción casi infantil, me duché y vestí como cada día de mi rutinaria vida, pero no, hoy algo sería diferente, por fín había conseguido el puesto de mis sueños, comenzaba mi carrera profesional, pero para mí, no sólo era eso, para mí, comenzaba mi vida. Todo por cuanto había luchado se resumía en aquel pequeño instante, en aquella oportunidad.

Encendí mi carro y conduncí hasta las oficinas de GDFP (Genetic Development For Progress). Me encontraba afuera del imponente edificio, al verlo imaginaba mi futuro, un bello futuro, estaba seguro.

Me asignaron a un bloque en las instalaciones encargado de experimentar con el virus de la rabia. Steve; era el nombre del biólogo experto en genética a quien me encomendaron. Como su pupilo, aprendí bastante de él, sin lugar a dudas. Y llegamos a convertirnos en confidentes. Steve era un hombre casado, tenía treinta y dos años más su apariencia te hacía pensar que tenía, al menos cuarenta. El trabajo, sus dos hijos, los años de estudio y la reciente infidelidad que debió perdonar a su esposa terminaron por corromper su semblante y lograr que se refugiara en lo que más amaba; su trabajo.

Nuestra investigación sobre el virus de la rabia se centraba en encontrar la manera, mediante nanotecnología, de controlar el virus de la rabia. Según los inversionistas, esta investigación tenía el propósito de, mediante control y manipulación cerebral, lograr curar una infinidad de enfermedades mentales: esquizofrenia, trastorno de personalidad disociativo, incluso podríamos controlar a individuos psicóticos. Sin duda, era el siguiente paso en lo concerniente a salud mental. El doctor Steve decía que aquello era estancarnos, era ilógico tanto trabajo para tan poco, el creía que controlar el virus de la rabia mediante nanotecnología nos ayudaría a dar el siguiente paso en la evolución de la humanidad, nos permitiría explotar todo el potencial de nuestro cerebro y sistema nervioso.

Un mes transcurrió desde mi primer día de trabajo, me retiraba de las instalaciones cuando me percaté que Steve ni se había quitado la bata, se había comportado de manera extraña desde hace un par de días.

-¿El doctor no quiere retirarse?-le pregunté

-No hoy,-me dijo-acabo de hacer un hallazgo impresionante. Trabajaré horas extra-añadió.

-Te acompaño-le dije entusiasmado

-¡No!-respondió agitado-Preferiría que pasaras por mi casa y le avisaras a mi esposa que no llegaré esta noche.-añadió, bajando el tono.

-A sus órdenes doctor.-le dije, estupefacto por su reacción.

Luego de realizar el encargo del doctor Steve me dirigí a casa con mi mente enterquecida en atormentarme con la pregunta "¿Qué descubrió el doctor Steve que lo alteraba tanto?

A la mañana siguiente, me despertó una llamada del doctor, quien muy exasperado me dijo que me apresurara a llegar al trabajo. Me levanté presuroso, me arreglé sin demasiada pulcritud y corrí hacia mi coche, aceleré sin saber ni el porqué hasta que finalmente llegué a las instalaciones de GDFP, donde me encontraría con el cuadro más horroroso que jamás habría de ver, o al menos, eso era lo que yo creía.

Todo aparentaba normalidad, eran las cuatro de la madrugada en un pueblo en el que lo único grande era el centro de investigaciones de GDPF. ¿Qué podría haber producido semejante estupor en el doctor Steve?

Ingresé en las instalaciones, me temblaban las piernas y un sudor frío cubría mi rostro. La puerta del bloque en que el doctor y yo trabajabamos se encontraba entreabierta, entré, todo estaba desbaratado, con manchas de sangre en todas partes, quize salir corriendo, pero debía encontrar al doctor. Caminé por la desordenada habitación hasta que ví, recostado sobre un escritorio, a una criatura de aspecto humanoide, color gris bastante oscuro, con una herida profunda en su costado izquierdo de la cual salía a montones un líquido espeso y morado. De repente, un pedazo de madera de algún escritorio me llegó a la cabeza, Volteé atemorizado para ver de que se trataba, era el doctor bajo un escritorio a unos cuatro metros de mí. Quien me señaló un cúmulo de papeles en el suelo, los recogí con disimulo y los guardé en mi saco, pués el doctor, con señas, me dió a entender que alguien nos vigilaba.

Luego de levantar los papeles, el doctor salió corriendo de su arcaico escondite, me abrazó y me susurró "Puedes detenerlos, destruye lo que yo ayudé a construir, queda poco tiempo, no confíes en nadie...". Luego de haber dicho esto, sólamente escuché la detonación de un arma, el cráneo del doctor haciendose pedazos, sus sesos salpicando mi rostro y su cuerpo, con rostro desfigurado, cayendo de espaldas al suelo, con el arma en la mano derecha.

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⏰ Última actualización: May 08, 2018 ⏰

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