Besos Violentos

| Prefacio |

Los años pasaron, todos recuperamos el hilo de nuestras vidas, menos Emi. Ella se fue apagando lentamente hasta que solo quedo un vago recuerdo de lo que alguna vez fue. Tratamos de hacerla volver, nada funciono.

Mi hermana y su dolor se convirtieron en una bomba que constantemente explotaba, arraso con el matrimonio de mis padres. La felicidad y el amor se carbonizaron cuando cayeron en la cruel realidad que atravesábamos, Emi se quedó atrapada en el duelo.

En los primeros meses, mis padres buscaron ayuda por todas partes pero todos los intentos se vinieron abajo, mi hermana no acepto nada, lo cual complico todo. Ernesto y Dominica Dankwor jalaban la cuerda tratando de salvar a su hija menor, la cual de ningún modo tomo lo que le ofrecían. La poca esperanza corto las alas de mis padres y terminaron desmoronándose ante todo.

Ernesto y Dominica se fueron, ya no soportaban la desgracia que abrazaba a su familia. Pero a pesar de todo lo toxico que nos estaba pasando, la abuela Mina nos recibió como sus nuevos hijos, no le importo los dañados, sucios e inservibles que estábamos, acepto cada quemadura.

Mis padres y Emily se convirtieron en humo y no los culpo por hacerlo, cada persona tiene su modo de enfrentar los ahogos de la vida. Y este era el modo que ellos eligieron.

Todos se rindieron, menos yo. El camino se convirtió en un infierno, continuamente las llamas me consumían, las cenizas me cegaban y Emi se alejaba. Me convertí en fuego solo para protegerla, deje que explotara frente a mí sin importar que me lastimara.

Cargue con el peso de la desdicha, me volví todo lo que Emi necesitaba pero no logre llegar a ella. Mis pasos retrocedían, ya no podía continuar con las heridas que aún mantenía abiertas. Todas las noches lloraba, gritaba y pedía que nuestro dolor se apagara, la respuesta que suplicaba no se hizo presente. Desde ese momento caí, fui derrotado por sucesos del pasado que todavía son niebla en mi presente.