Burbuja de felicidad

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(Mickel)

Después de que Erick decidiese organizar una fiesta, Arthur y yo tuvimos que encargarnos de ir a comprar todas las cosas necesarias, así que ahora estaba agotado por hacer tantos preparativos en una sola tarde.

Erick había dicho que no seguiría con su estúpido plan de conquistar a Leo, cosa que me alegraba, aunque verle celoso y algo irascible era bastante gracioso.

Ahora que mi vida amorosa se había resuelto, quería darle un pequeño empujoncito y que se diera cuenta de que le gustaba y que no quería vengarse de él, pero después de lo que había dicho ayer, no creía que fuese el mejor momento.

Miré el reloj. Aún faltaba algo menos de media hora para que comenzase la fiesta. Erick me dijo que empezaría después de comer y duraría hasta las tantas, así que tanto Arthur como yo podríamos quedarnos a dormir en su casa.

Estaba feliz, pero no era ni por la fiesta, ni por quedarme a dormir en casa de mi amigo.

Ahora que era oficialmente el novio de Peter, sentía un montón de sensaciones recorrer todo mi cuerpo.

No lo había vuelto a ver desde el día que comenzamos a salir, pero sí que habíamos hablado por teléfono. Solo escuchar su voz por medio de ese aparato electrónico, hacía que mi corazón latiese como loco. Era como si estuviese en mi propia burbuja de felicidad.

Tenía ganas de que llegase la hora de la fiesta, ya que Peter iría y así podría verle y estar con él.

Saqué la ropa que pensaba llevar a la fiesta del armario. Me puse una camiseta rosa de manga de larga y un chaleco negro por encima; escogí los pantalones más nuevos que tenía; y me puse unos zapatos también negros.

Quería verme bien. Quería que Peter me viese bien.

Bajé las escaleras y entré en la cocina encontrándome con mi madre mientras cocinaba algo.

—Siento no poder cenar hoy contigo —le dije abrazándola por detrás.

Desde que mi padre había muerto por una enfermedad hace unos años, el cenar juntos se había convertido en un hábito para los dos.

—No te preocupes cariño —me dio un beso en la frente—. Vete a divertirte con tus amigos, pero ten cuidado —sonrió.

—Claro que lo tendré, ya sabes que nunca me he metido en ningún lío —hice un puchero—. Además, la fiesta es en casa de Erick, no es como si fuese en una discoteca o algo así.

Ella me sonrió y me acarició la mejilla.

—¿Cuándo mi pequeño Mikki se ha vuelto tan responsable? —preguntó—. Además, hoy estás muy guapo, seguro que consigues a un buen chico esta noche.

Mi madre sabía que era gay. A parte de Arthur y de Erick, era a la única que se lo había contado. Cuando se lo dije, me miró sorprendida y se quedó en silencio. Pensaba que se iba a enfadar y a llamarme degenerado, pero lo que hizo fue abrazarme y dejarme a mí sorprendido. Dijo que no le importaba, que era mi madre y que me quería fuese como fuese, pero que si alguna vez conseguía un novio ella tendría que darle el visto bueno, ya que no iba a dejar a su pequeñín a cualquiera.

—Mickel, cariño, ¿te encuentras bien? —dijo mi madre sacándome de mis pensamientos.

—Ah, sí, lo siento —contesté—. Pero no hace falta que consiga hoy a ningún chico —dije algo avergonzado.

—¿Que quieres decir con eso? No me digas... —se llevó una mano a la boca— ¿Que ya estás saliendo con alguien?

Me sonrojé y aparté la vista. Volver a pensar en Peter y en que de verdad estábamos saliendo me ponía muy nervioso.

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora