Erick Sullivan

65.3K 5.8K 2.6K
                                    

(Erick)

El ruido de una alarma me despertó.

Me estiré y me senté en el borde de la cama. En el otro extremo había una chica morena todavía dormida de espaldas a mí. Ni siquiera recordaba su nombre, aunque daba igual, no pensaba pasar otra noche con ella.

Me levanté y caminé hacia el baño. Abrí el grifo de la ducha y me metí debajo de los chorros de agua. Ducharse con agua fría cada mañana era una de las cosas que más me gustaba.

Terminé de enjabonar mi pelo y comencé a pasarme una esponja por mi cuerpo, el cual estaba bien formado debido a los nueve años que llevaba practicando natación.

Cerré el grifo y cogí una toalla. Me sequé y vestí lo más rápido que pude, intentando que la chica no se despertara por el ruido.

Cogí mis cosas y salí de aquel apartamento sin despedirme de ella. No creía volver a verla, y si lo hacía, no iba a pasar otra noche con ella. Era mi lema, "una vez por persona".

Bajé las escaleras hasta el aparcamiento y miré la hora. Las nueve. No era tan tarde así que pasaría por casa para cambiarme y después ir a clase.

La verdad es que no tenía ganas de ir, pero si no lo hacía mi abuelo se enfadaría. Además era el único que me prestaba algo de atención. No era que mis padres no me hiciesen caso, pero como la mitad del tiempo estaban trabajando y la otra mitad de viaje de negocios, me había criado prácticamente con mi abuelo y mi hermana.

Me puse el casco y monté en la moto que me habían regalado en mi decimoctavo cumpleaños.

Eso es lo único bueno de que tus padres piensen que no están contigo el tiempo suficiente —pensé. 

Era verdad. Debido a que el trabajo de mis padres les ocupaba el tiempo que debían de pasar conmigo y con mi hermana, nos compraban cualquier cosa que les pedíamos. Gracias a eso tanto mi hermana como yo, siempre teníamos todo lo que deseábamos.

La verdad es que mi hermana había actuado siempre más como una madre que como una hermana mayor. Me llevaba seis años y tan solo nos diferenciábamos en el color de los ojos. Mientras que los míos eran verdes como los de mi abuelo y los de mi padre; los de mi hermana eran grises como los de mi madre.

Arranqué la moto y me dirigí a casa.

No había mucho tráfico a esas horas, por lo que en quince minutos estaba delante de ella.

Abrí la puerta y subí sin prisa las escaleras camino a mi cuarto, pero antes de entrar en él, me fijé que la puerta de en frente estaba entreabierta. La abrí con cuidado y unas maletas llamaron mi atención.

Era cierto. Mi abuelo había dicho hace unos días que el nieto de uno de sus mejores amigos se vendría a vivir una temporada con nosotros. Mi hermana aceptó en seguida diciendo que tendría la oportunidad de volver a hacer de hermana mayor, y a mis padres no les molestó la idea.

Lo más seguro es que sea un niño estúpido y aprovechado —pensé.

Volví a cerrar la puerta y me dirigí ahora si a mi cuarto. Ya me encargaría más tarde de pensar en algún plan para hacer que se marchara lo más rápido posible.

Saqué la ropa del armario y me puse lo primero que vi. Unos vaqueros desgastados y una sudadera de color azul. Lo bueno de mi instituto era que no te obligaban a llevar un estúpido uniforme.

Bajé las escaleras de nuevo y salí de casa. Me volví a montar en la moto mientras pensaba quien sería la próxima presa a la que me tiraría.

______________________________________

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora