Hace muchos años, surgió una guerra entre dos países.
Según contaban, el cielo se volvía rojo y las nubes de un color del carbón cada vez que venían las bombas.
La gente corría como almas escapando del diablo. Los niños sin querer, y por el escándalo de gente, soltaban la mano de sus padres y se perdían entre la muchedumbre llorando. Los heridos que estaban en cama les suplicaban a sus acompañantes que los dejaran morir en aquel lugar, para no ser más carga de lo que era.
Así fue el día en el que yo nací.
Un día lluvioso de bombas.
Mi madre estaba en la calle con las demás personas corriendo. Aún cuando el ser del interior de su barriga daba señales de querer investigar el mundo exterior, ella luchaba por estar lo más lejos aquella lluvia por el bien de su parásito.
Pero el ser que había en su interior decidió romper aguas en plena calle. Mi madre al notarlo, se desmayó.
Un hombre de los miles que estaban corriendo se dió cuenta del estado de mi madre, por ello la cargó con sus brazos hasta una carroza con el arcoiris estampado en ella.
En el interior de la pequeña carroza se hospedaban unos 3 ancianos, una mujer con 2 niñas y un joven.-¿A quién traes más, Marcus?- preguntó estresada por el miedo la mujer.
-No sé quién es, pero lo único que sé es que está de parto, Lois- Respondió agobiado al que llamaban Marcus.
-¡¿De parto?!- la mujer llamada Lois se puso más blanca que la nieve.
-¡¿Que quieres, otra boca más que alimentar?!- Exclamó uno de los ancianos con aspecto escandaloso.
-¿Y qué más da eso, Lars? ¿Acaso no ves que esa cosa va a salir en cualquier momento?- Respondió el joven.
-Sea como sea, Van, a esta pobre se le está entrecortando la respiración. Si no hacemos algo, el niño se quedará dentro y terminará por irse al otro mundo sin haber conocido este- Dijo el anciano más sabio al joven Van- De prisa, ponedla en mi cama.
Marcus depositó suavemente a mi madre en la cama.
Las dos niñas miraban la cama con curiosidad. Mi madre estaba tumbada en la cama sudando con sus cabellos castaños ondulados esparcidos sin sentido en la almohada. Sus manos estaban temblando, y a pesar inconsciente, no paraba de murmurar sin vocabulizar.
Marcus y Van seguían las instrucciones del viejo sabio para poder sacarme al mundo que me esperaba por ver.Según el viejo sabio, cuando me sacaron de su tripita, ella se despertó por unos instantes con mucho esfuerzo, para decir tres cosas.
La primera:
-Este.......mejor..........día............- sonrió.La segunda la dijo con todos sus esfuerzos acumulados:
-Esto.....para..........- señaló a duras penas un collar que estaba sujeto a su cuello y fijó la mirada en mi.La tercera fue cuando dejó su alma hacia la otra vida y cuando abrí los ojos por primera vez:
-..............Sam.......-