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Ten sintió un fuerte empujón.

Había sido empujado por el chico que acaba de besar.

No podía ver por las luces apagadas pero aún así se imaginaba la expresión enfurecida del más alto.

—¿Qué te pasa? —preguntó con un tono de voz muy molesto. Ten sintió un vacío en su interior.

El tailandés se arrepintió al instante y no pudo decir una palabra más antes de que el pelirrojo saliera del local dejando fuego a su paso. Chittaphon miró al suelo y soltó un pesado suspiro, se preguntó por qué el pelirrojo se había ido ya, acaso iba dejar la tienda sin cerrar? Se sentó en uno de los sillones que habían y se recargó acomodándose en este para pensar con claridad las cosas.

. . .

Era media noche de ese mismo día cuando la puerta de la tienda se volvió a abrir. El coreano regresó a la tienda.

Iba solo a ponerle cerradura a la puerta puesto se había olvidado de ello, pero al ver la presencia de alguien decidió echar un vistazo. Al principio estaba algo asustado pero al ver que era el chico que recién lo había besado se alivió un poco.

Pensó por unos minutos qué hacer, obviamente no lo podía dejar ahí, hacía algo de frío por la noche.

Se acercó a el y con su dedo índice picó su hombro varias veces esperando a que el contrario reaccionara.

—Oye.. —susurró suavemente, no quería que se asustara al despertarse.

—Mhmm.. —gimió el peli plateado, quejándose.

—Oye... vete a casa, rápido —susurró nuevamente el coreano.

El adormilado chico lo unico que hacía era quejarse y removerse en su lugar, parecía un niño.

El pelirrojo bufó, mientras el siguiera ahí, el no se podría ir a dormir y tenía mucho sueño. Jaló el brazo del chico y lo acomodó torpemente en su espalda. Chittaphon estaba demasiado cómodo como para despertarse por completo.

—Dime donde está tu casa. —dijo nervioso, sentía la gentil respiración del chico en su cuello.

—No quiero ir a casa.. —susurró el peli plateado, haciendo un puchero. El coreano bufó nuevamente.

Comenzó a caminar con el chico en su espalda, era un alivio que fuera tan liviano porque sino no aguantaría ni la mitad del camino. El extraño chico que cargaba en su espalda había caído dormido de nuevo, sus brazos se sujetaban con firmeza y su cabeza se había acurrucado entre su cuello y su hombro. El peli plateado le ponía los pelos de punta.

Después de unos minutos más de camino, llegaron a la casa del pelirrojo.

ice cream » taetenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora