Vacío

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Sus vidas ya eran tan felices, tan estables. Trabajaban duro para mantenerse y nunca olvidar su historia.

Su agradecimiento hacia Steve era tan enorme, pues siempre la recibió, sin importar el pasado, sin importar que haya estado del lado de Stark. Al final de cuentas, Natasha Romanoff prefirió traicionar a su equipo, para poder apoyar al capitán. Nunca se arrepentiría de esa decisión.

Son tres años los que llevaban ausentes, sin rastro de Tony Stark y el resto. Entristecía un poco a Steve, pues nunca pensaron que terminarían separados. Sólo espera que cuando se reencuentren, sea por un motivo amistoso, rompiendo cualquier clase de rencores, malos recuerdos y haciendo las paces.

Estaba agotado. Siempre fue líder, pero después de tantos años alejados, teniendo que mantenerse por su lado y proteger a sus compañeros, sí era agotador. Él tenía que tomar decisiones rápidas, ayudarlos a mejorar en su entrenamiento. Eran muy capaces, pero debía mantener su liderazgo para que cualquier discusión o malos entendidos no se salgan de control.

Todo día era estar pegado, leyendo bastantes cosas que muchas veces no entendía. Estas cosas eran para el Doctor Banner y Stark, no para él. Pero hacía su mayor esfuerzo por estudiarlas, cualquier conocimiento de ciencia les abriría muchas puertas ante cualquier situación de riesgo.

Usaba lentes. Su vista ya estaba lastimada de tanto leer, pero no se acostumbraba a ellos y su cabeza le dolía. Posiblemente ocupaba más aumento, pero le daba demasiada pereza revisar su vista, nunca le gustó tener que admitir que ya era un viejo con lentes. Le gustaba engañar con su físico.

Sobre todo a ella...

Nunca había sentido esa necesidad de cuidar su aspecto, sólo cuando conoció a Peggy, quería ser el hombre deseado, sólo de ella.

Pero ahora, otra mujer entró a su vida, tan importante como Peggy. Se atrevía a decir que la comenzó a amar tanto como ella en estos últimos años.

Todos conocen su historia y esa increíble química al mirarse los ojos. Steve y Natasha siempre creyeron que era por la excelente pareja laboral que formaban, pero tal vez había ciertas emociones ahí, escondidas. De la nada, surgió un romance.

Ciertamente era lo que los mantenía unidos y con todas las ganas de trabajar, pues aunque es demasiado estrés, los momentos que pasaban juntos servían para relajarse. Pero nadie sabía, sólo ellos. Sólo ellos sabían todo el cariño y aprecio que se tienen, todo el esfuerzo y esperanza, toda la felicidad que comparten.

No querían anunciarlo, no querían que su relación se viera expuesta, que se armara un escándalo cuando menos debía. Y sí, ha sido difícil, son tres años luchando por ocultarlo, con impulsos de querer gritarlo al mundo, desesperados de no poder vivir su romance como cualquier otra pareja, pero al final, estar juntos superaba cualquier impulso de idiotez.

Soltó el libro y retiró sus gafas. Se había puesto a pensar demasiado. No había salido de esa habitación con poca luz en todo el día, mucho menos había comido. Y eso, ella lo sabía.

La puerta se abrió ligeramente. Natasha entró con una sonrisa amable y un plato con comida y agua para él. Sonrió, agradecido, pues ella también estaba cansada y se notaba en su mirada. Era muy tarde.

—Deberías descansar, Rogers —emitió la rubia, colocándose atrás de él y rodeándolo con sus brazos. Eran tan cálidos, relajantes y le daban mucha paz. No estaba nada arrepentido de haber decidido formar una familia de dos con ella, de haberla escogido para ser la mujer que le sacara suspiros, de darle protección por sobre todas las cosas sin importar que ella fuese tan poderosa como él, le encantaba ser su escudo, estaba dispuesto a dar la vida por ella, de entregarle todo su corazón porque sabía que ella lo sabría cuidar, sabía que ella jamás intentaría lastimarlo.

Mi pequeño secreto [1]Where stories live. Discover now