II

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Ya estábamos todos en nuestras posiciones alrededor de la mesa ovalada de la corte. Taehyung con mapas llenos de anotaciones; Yoongi con muchos pergaminos que trataba de organizar; Hoseok, el ministro de la moneda, con una estancia reflexiva; y Seokjin, el ministro médico, buscando comodidad en su silla. Nam Joon con su armadura puesta, esperaba en una esquina de la mesa mientras en la contraria me posicionaba yo.

No solo Nam con armadura. La corte al completo estaba con sus mejores atuendos, y la nueva corona de oro reposaba sobre mi cabeza.

No estoy seguro de qué tanto protocolo vaya exactamente de la mano con nuestro huésped, pero Yoongi estableció que debíamos demostrar el esplendor del reino. Era necesario, después de todo, porque por mucho que un reino excediera en riquezas y posibilidades, ¿Cómo se veía el hecho de que requiriera de una mano que le ayudara?

Bueno, eso es lo primero que debemos demostrar; el no requerir de esa mano. Después de todo, el reino lo tiene todo, hasta ejércitos y un general probado en batalla como es Kim Nam Joon.

El hecho de que Umbralia pudiera quebrarse por la falta de confianza en su rey, tanto como política como estrategia militar, es algo que debemos ocultar. No, no necesitamos de esa mano. Simplemente queremos ganar una posición de mayor poder.

El poder es nuestra carta de ventas. Por un lado, es la razón más plausible y lógica de pactar esta reunión, y la forma de evitar que el reino se vea débil o en urgencia de auxilio. Por el otro, es exactamente lo que está buscando quien esté pronto a llegar, la única manera de hacerlo estabilizarse y tomar un bando definitivo.

Dos pájaros de un tiro.

¿Dos? Hoy había empezado a sacar la cuenta y sin duda eran muchos más. Tres, cuatro, hasta cinco pájaros estamos matando en esta sencilla jugada. Muchos más factores positivos que negativos. Y es que tiene que ser así, porque si no, no habría existido la más mínima posibilidad de que yo aceptara. Pero juega todo a favor, ya acepté, y aquí estamos.

Y un toque delicado en la puerta, sin duda de uno de mis guardias, anuncia su llegada al fin. Y tras ir Nam Joon a abrir la puerta y saludarlo con un fuerte estrechón de manos, Jeongguk ingresó a la corte.



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Las subsecuentes reuniones de la corte tras decidir mi matrimonio, más que parlamentos, fueron un recuento de pájaros por matar.

Pájaro número uno: asegurar el reino. No podía haber una sola persona quien separara al militar más destacado o al panadero de la esquina del trono. Era un riesgo demasiado grande para el reino, el cual solo requería de una enfermedad, un accidente o de un ataque premeditado sobre mí para, con toda seguridad, caer en una guerra civil.

Pájaro número dos: perpetrar la sangre. Fuera quien fuera el nuevo rey, la idea no era instalarlo a él definitivamente en el poder; era preparar a un nuevo heredero, con mi sangre de Umbralia, destinado a eventualmente tomar el poder. O más herederos, siguiendo la tradición del reino.

Pájaro número tres: frenar la discordia. Era entendible que se dudara de mi capacidad, pero intolerable, pues permitirlo iba a fomentar la falta de confianza entre toda nuestra gente, algo que a la larga no iba a traer nada nuevo. Rebeldía, guerra civil, éxodos. Las posibilidades eran vastas, todas negativas. Al acompañarme de alguien con la suficiente autoridad, la incertidumbre militar y política iba a empezar a disiparse.

El pájaro número cuatro va por los mismos vientos, y es el poder militar. Umbralia tiene una posición privilegiada, y podría frenar a casi cualquier enemigo, pero, ¿Qué sucedería si una de las huestes infinitas que está desplazándose por Europa concentrara todo su poder sobre nosotros? ¿Si arremetiera con violencia un solo puño contra las puertas? ¿O si se desperdigara a lo largo de todas las montañas y se infiltraran? Necesitamos alternativas potentes para ello.

Y de esa mano venía el pájaro número cinco: la intimidación. Sí, Umbralia está protegida, es respetada y envidiada, pero no es temida. Si se añadiera la pieza clave, el poder del reino crecería de tal manera que a nadie le pasaría por la cabeza la idea de atacarnos o de desobedecernos.

Aunque no pretenda iniciar invasiones, jamás, tener la fuerza para llevarlas a cabo es una baza que no se debe desprestigiar. Y entre esa enumeración y cacería de pájaros, fuimos a dar con nuestra solución.

Jeongguk. El guerrero más temido en todo el continente.



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— Buenas tardes a todos—abrió el azabache, con suma cortesía—. Sé que en muchas tierras soy conocido como el hijo del dragón, el mismo Nam me saludó así, pero por favor, pueden llamarme Jungkook. Mi padre fue un humilde guerrero del campo y hasta donde recuerde no tenía alas ni podía exhalar fuego.

Los miembros de la corte rieron cómodamente. Jungkook se abrió paso, saludando a todos, uno por uno, hasta encontrarse frente a mí.

— Mi rey —sostuvo mi mano mientras se arrodillaba, para luego besarla con delicadeza.

Nunca había visto a este hombre en mi vida y sí, es cierto que este encuentro era por suma estrategia, pero no es que pudiera quejarme exactamente.

Sus hebras negras, despeinadas descuidadamente. Su mandíbula marcada y poderosa bajo su piel. Sus ojos oscuros y su sonrisa se presentaban todos como una maravilla de hombre. Y, debajo, un cuerpo hecho para la guerra, apretado bajo su túnica.

— El solo poder estar ante su presencia ya es un honor, de eso no cabe duda alguna.

Hombre de guerra y de palabras, no se le podía discutir. Con calma se levantó, parándose directamente frente a mí.

— Estoy listo para escuchar lo que tenga para decirme.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2019 ⏰

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