¿Qué me faltó?

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Fue un golpe duro, al menos para el orgullo que había tratado de encarcelar el de hebras castañas. Una relación de tres años se había desintegrado en la boca de un basurero producto de la monotonía. Y eso, al millonario, le jodía de sobremanera.

Le jodía más que cualquier cosa.

Porque solo la idea que de que Rogers mirase a otra persona como lo hizo con él, el corazón se le hacía añicos. O que sus manos se posaran en otras caderas que no fueran las de él, lo afligía.

Tony, cayó en el alcohol, de manera súbita. Sus amigos más cercanos, al ver que las cosas empeoraban con el pasar de los días, decidieron llevarlo a un centro especializado en gente que tuviese ese tipo de adicciones. Tomó tiempo, pero lo logró. Pudo reponerse y salir de aquellos meses de angustia y purificación.

La psicóloga que lo atendió, lo aconsejó ―ya casi como una amiga―que dejara ir aquel amor tortuoso que lo enlazaba a su placer culpable, pero el castaño era obstinado, bordeando la palabra terco y, a pesar de salir del alcoholismo, no estaba curado del todo.

Porque aún le ardía el recuerdo de Steve y eso, aunque lo quisiese extinguir con botellas y botellas de whisky, no podía. Sencillamente no podía sacarlo de su sistema.

Y con el recuerdo todavía latente en él, salió de aquella prisión de autoayuda. Salió una tarde donde el cielo se encontraba teñido de un bello tono bronce, donde las hojas se volvían un manto ámbar sobre el césped. Salió cuando el otoño recién se estaba apoderando de las calles.

Ahí, donde los niños mueren de ansias por salir a pisotear y hacer crujir los cadáveres de quien alguna vez fue una verde hoja.

Ahí, donde no estás seguro si de abrigarte hasta las orejas o solamente vestir con sweater.

Ahí, donde la mayoría de los sucesos que envuelven a la estación, son inciertos.

Fue en otoño donde aquel hombre de 25 años fue a reencontrarse con la vida.

Así que, acompañado por la nueva pareja. Se trasladaron hacia una cafetería. Porque si algo tenía que agradecer, era el constante apoyo que recibió de Natasha y Bruce. Jamás se apartaron de su lado. Por más que este se los exigiera. Nunca lo hicieron.

Y entre bromas, carcajadas y una confesión, se llegó al lugar pensado. El cielo ennegrecido, permitía inferir que las horas se habían ido volando. Las primeras estrellas tintineaban en el gran espacio, haciendo notar su armoniosa presencia y Tony, admirándolas desde abajo, se detuvo. Dejando que sus amigos se adelantaran a su paso.

Sin embargo, cuando despegó su mirada de tan bella atracción, tembló.

Porque aún en la lejanía, pudo reconocer aquella fornida silueta, que ahora, en medio de la calle... No caminaba sola.

Hace ya bastante tiempo no sabía de ti, encontrarte de la mano y verte tan feliz.

Mi mundo se cayó...

Aunque no se me notó.

¿Cuántas veces había sido el ojimiel el causante de la sonrisa que, en ese instante, se trazaba en el níveo rostro del rubio?, ¿Cuántas? Posiblemente, nunca podría responder aquella pregunta con suma exactitud, como era la manera a la que estaba acostumbrado y es que perdió la cuenta después de la primera semana de vivir juntos.

Más ahí y ahora, Anthony veía como quien fue su pareja, forjaba un nuevo lazo con alguien más. Y sus ojos sintieron una fuerte oleada de tristeza, que azotaba con fuerza las quebradas de sus párpados. Intentó, juro que intentó cesar aquellas marejadas, pero ante la nueva puesta en escena, se le hizo tan difícil.

❛¿Qué Me Faltó?❜ ✺ [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora