Me encontraba en un profundo sueño. Lo sabía, porque siempre había podido sentir de algún modo lo que ocurría a mí alrededor. Excepto cuando estaba totalmente sumergida en mis sueños. Pocas veces me pasaba. Era como estar semidormida o semiconsciente del exterior aún y cuando se supone duermo.
Esta extraña condición fue el motivo por el cual comencé desde muy joven a asistir a mi psicóloga.
Desde muy niña a decir verdad, a los 8 años para ser exacta. Comencé a despertar bruscamente teniendo plena consciencia de mis pensamientos pero manteniéndome paralizada físicamente. Me sentía atrapada en mi propio cuerpo.
Aunque podía abrir los ojos, no era capaz de emitir sonido ni mover músculo alguno, lo cual me generaba una considerable sensación de angustia y de temor por estar sufriendo un episodio de una enfermedad grave. Por si fuera poco, al encontrarme en un estado de limbo entre el sueño y la vigilia, padecía alucinaciones auditivas y visuales que generalmente coincidían con una intensa sensación de presencia y de movimiento entorno a mí.
Los ataques se hicieron más frecuentes y a menudo implicaban sensaciones de terror, ira y de muerte inminente, ya que las alucinaciones suelen ser (y digo suelen ser porque aun de vez en cuando las tengo) de carácter siniestro y malévolo. Es recurrente la visión de un ser grotesco que levita sobre mí o que se sienta sobre mí pecho o en mi cama y reprime mi respiración de algún modo. No existe, sin embargo, riesgo para la vida en ningún sentido, ya que nada de lo que veo y oigo (e incluso llego a oler) es real, y la parálisis cede a los pocos minutos con suerte, o normalmente a causa de un vasto esfuerzo por incorporarme o del contacto con otra persona que acudía a mí alarmada cuando vivía acompañada. Mi psicóloga me aconsejó que una vez despierta del todo, lo mejor era levantarse y moverse; de lo contrario existía la posibilidad de volver a experimentar un estado de parálisis del sueño.
Esta cruel disfunción cerebral ocurre desde tiempos inmemoriales y probablemente sea la explicación a muchas de las experiencias paranormales que buena parte de la población asegura haber sufrido. También dice mi psicóloga que en muchos de los casos de supuesta abducción extraterrestre, esta disfunción tiene toda la responsabilidad.
Para mi desgracia, no existe un tratamiento con medicamentos que pueda resolver la situación de manera definitiva.
Mi querida psicóloga simplemente me aconsejó:
· Haz ejercicio con regularidad (pero no cerca de la hora de ir a dormir)
· Acuéstate y levántate aproximadamente a la misma hora siempre, esto también puede ayudar a reducir la cantidad de episodios.
· Crea un entorno adecuado para dormir: ambiente fresco, oscuro y sin ruidos
· Duerme suficiente cantidad de horas (6 u 8). La parálisis del sueño puede presentarse con más frecuencia sin no descansas lo suficiente.
· No duermas boca arriba. Esta posición favorece los episodios.
· Evita beber café u otras bebidas estimulantes durante la noche.
· No tomes alcohol, especialmente antes de dormir.
En pocas palabras, no lleves una vida normal. Nada grata la solución. Lo sé, lo he comprobado.
En fin, puse todo de mi parte y logré evitar los episodios casi totalmente a excepción de uno que otro en el año.
Más sin embargo no duermo como lo hacen todos los demás, siempre estoy en sintonía con lo que pasa a mi alrededor y cualquier ruido o movimiento fuera de lo común me despierta, lo cual dificulta mi descanso al momento de dormir.
Un carro en la calle, un animalito en mi habitación (mariposa, grillo etc.) no me son indiferentes y enseguida me despierto.
Pero esta noche era distinto, algo no era lo normal o común para mí. Estaba profundamente dormida, como pocas veces. Lo extraño es que mi mente estaba totalmente en blanco.
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Revelaciones
Science FictionPensar en el número 8 me da escalofríos... Soy André Miller. Tengo 32 años. Y apenas ahora comienzo a saber quien soy y el papel que juego en esta lucha por la tierra. Soy diferente, pero tengo el mismo objetivo que los humanos. Evitar que el plane...