◊ Capítulo 1

123 18 10
                                    


Cuando Suho entró en casa y le dijo al pequeño Kris que la guerra en el planeta de EXO había terminado, Kris se abrazó a su padre y se echó a llorar de alivio y sosiego mientras se dejaba consolar.


Kris no sabía mucho de la guerra ni del mundo, sólo lo que le habían explicado en la escuela: los cuatro territorios del planeta llevaban enfrentados desde hacía generaciones y, en tiempos de paz, utilizaban cualquier excusa para volver a atacarse e iniciar una vez más una lucha que parecía interminable.


Lo único que el pequeño Kris tenía claro respecto a la guerra era que se había llevado a su madre.


Él nunca había sido un niño sensible ni llorón, pero la muerte de su madre hacía unos meses le tenía en un estado de delicadeza con el que Suho no sabía muy bien cómo manejarse. Propicio a las pesadillas, su falta de sueño y cansancio acumulado le convertían en un niño siempre irritado y siempre susceptible; tanto que las niñeras que habían cuidado de él no habían durado más que un par de semanas.


Cuando Suho le dijo a su pequeño que se iría a vivir con él al palacio real, un año después de la muerte de su madre, Kris volvió a llorar en sus brazos, triste por tener que dejar un hogar plagado de recuerdos y temeroso de no poder encajar en un nuevo lugar.


Kris era lo suficientemente mayor como para saber que el palacio real estaba en la otra punta de la capital, demasiado lejos de su colegio y compañeros, demasiado lejos del mercado de los domingos a los que su madre le llevaba y demasiado lejos de la tienda donde su amiga Amber le daba chucherías a escondidas sin que su abuela se enterara. Kris era, en definitiva, lo suficientemente mayor como para saber que mudarse al palacio le alejaría de todo lo que él conocía y quería.


Cuando Suho le pidió al pequeño Kris que esperara en los jardines del palacio mientras hablaba con el Rey, Kris volvió a llorar agarrado a su cadera, pidiéndole que no le dejara solo en aquel lugar tan grande y desconocido. Quince minutos e infinitas promesas fue lo que Suho necesitó para que el pequeño Kris se sentara en las escaleras del jardín y esperara.


Aghazor era, de los cuatro territorios que poblaban el planeta de EXO, el favorito de Kris. No porque conociera el resto y le gustaran menos, sino porque desde que nació se hubo sentido familiarizado y unido a su tierra, la región del fuego. Los colores que predominaban en Aghazor rondaban entre el rojo, blanco y negro, los de la propia bandera, y aunque había edificios y monumentos de otras tonalidades, todas oscilaban entre los tres colores principales. A Kris le gustaba lo estético y limpio que lucía su tierra a pesar de que la mayor parte de las calles estuvieran pavimentadas con arena negra y rojiza, arena que el viento arrastraba desde los más de diez volcanes inactivos que había en la región.


La gente solía odiar Aghazor precisamente por ello, por las playas de ceniza de la costa, aunque Kris no entendía por qué; a él le fascinaba que el suelo le quemara y le hiciera cosquillas en los pies. El fuego, por supuesto, era el elemento principal de Aghazor y estaba presente en la mayor parte de los monumentos, estructuras arquitectónicas y calles de las ciudades y, entre ciudad y ciudad, se expandía el amplio y simétrico desierto que a Kris tanto le gustaba atravesar en vehículos de motor.


Kris era lo suficientemente mayor como para reconocer que el jardín de palacio era (aunque aterrador por lo inmenso que era) una de las cosas más bonitas que había visto en la vida, pues mezclaba la poca pero fuerte vegetación que crecía en Aghazor y los tres colores tan característicos del terreno con el tipo de arena.

La Leyenda de Aghazor (KrisYeol)Where stories live. Discover now