Llegamos a casa, y diciendo un "gracias papá" bajé del auto a toda prisa. Abrí la puerta y, como de costumbre, mi pastor alemán se abalanzó hacia mí demostrando su felicidad, yo correspondí. Saludé al canino y después de varias palabras de cariño hacia él. En ese momento mi madre apareció.
-mi bebé- dijo ella mientras me abrazaba. –qué alegría que estés de vuelta ¡mírate cómo estás! ¿Cómo te fue en ese lugar? ¿Qué te hicieron? ¿Dónde está tu padre?
-aquí estoy- dijo papá mientras entraba a la casa- y vamos Samanta, no es para tanto. Hablas como si no lo hubieras visto desde hace 3 años. Mi papá tenía razón, hasta yo estaba de acuerdo con él.
-jum, tu cómo no sabes la preocupación de una madre- dijo sin soltarme de su abrazo- sólo te lo llevas por allá a explotarlo. Un niño no debe trabajar.
-no exageres, mujer. Él está trabajando con su padre, le estoy enseñando lo que es la vida, además, el trabajo que hace no se compara con el trabajo que realizan otros niños a diario- dijo papá mientras se dirigía a la sala.
-no me has respondido, mi bebé- me dijo mi mamá con voz tierna, con la dulce voz de una madre y una mirada acogedora.
Al ver la preocupación de mi mamá, una gran idea se me ocurrió: hacerme la víctima. Conocía a la perfección el inmenso amor que mi madre sentía hacia mí, y haciéndome el sufrido ella se enojaría con mi papá y de esa manera, tal vez, lo convenciera de no volverme a llevar al almacén. No me gusta que mis papás pelearan, pero no me gustaba mucho más ir a trabajar.
-pues... pues... bien, supongo- dije con tristeza, agachando la mirada. Abracé más fuerte a mamá.
-mi bebé, dime la verdad- mordió el anzuelo.
-la verdad...estoy muy triste, trabajé mucho, me caí, se burlaron de mí, estoy sucio. No quiero ir más a ese lugar, es horrible- dije sin despegar mi cara de mi mamá. Esperaba que me dijera algo, pero luego de un rato en silencio me soltó de su abrazo con rumbo a la sala.
Me entusiasmé, puesto que miraba en la cara de ella gran furia. Yo le seguí el paso, Iba a reclamarle a papá y muy posiblemente ella ganaría la discusión, pero, me equivoqué, de nuevo. Mamá discutió con papá un buen rato, pero nada hacía cambiar de opinión al hombre. En eso las empleadas nos avisaron que la cena ya estaba servida, los tres nos dirigimos al comedor, tiempo después llegó mi hermana. La tensión en aquel lugar era muy incómoda, mientras comíamos, ninguno habló. Mi madre fue la primera en irse sin despedirse de nadie, de la misma forma le siguió mi papá y por ultimo mi hermana. Yo subí a mi habitación acompañado de Picasso, solo quería bañarme y dormir, pues había sido un día muy agotador, aunque sabía que al otro día me iba a tocar lo mismo. Estaba a punto de meterme a la ducha cuando escuché que tocaron en la puerta de mi habitación. Me quedé en silencio para confirmar lo que había escuchado y de nuevo tocaron. Me puse mi bata y salí a abrir la puerta, cuando lo hice inmediatamente mi hermana entró a mi habitación empujándome por el pecho y cerrando la puerta detrás de ella.
-mira niñito, no sigas haciendo que mis padres se peleen. Madura- dijo muy enojada- no ves que si se siguen peleando se separarán.
Obviamente esas palabras me habían hecho tomar en cuenta algo que mi egoísmo no me dejaba ver: la relación de mis padres. Independientemente si se separaban o no, la pasarían mal. Eso me lastimo mucho, pero por mi arrogancia no quise aceptarlo delante de mi hermana.
-yo no estoy haciendo que nadie se pelee. Mi mamá sola va a reclamarle a papá.
-no Cristopher, no soy tonta. Crees que no me he dado cuenta como chantajeas a mamá diciéndole que sufriste mucho, que estás cansado que esto que lo otro- dijo mucho más furiosa- mira, si sigues haciendo esto, le diré mis padres, para que tu castigo sea peor- se dirigió a la puerta y luego salió de mi habitación.
Yo me quedé mudo, reflexivo. Todo lo que tenía razón; así que en ese mismo momento tomé la decisión que el plan de tener a mamá como mediadora había fracasado. Después de haberme bañado me acosté a dormir, nunca había dormido tan bien como esa noche. Por la mañana me desperté renovado, pero aburrido, por todo lo que había pasado la niche anterior y si a eso le sumamos que tenía que ir de nuevo al almacén, así que me preparé y bajé a desayunar.
En la mesa solamente estaba mi papá. Me saludó, yo igual y después de haber terminado de desayunar le pregunté por mamá y me respondió que se estaba bañando, luego salimos hacia el auto con rumbo al almacén. Una vez en el auto mi padre me dijo que los sábados trabajaríamos solamente hasta la una de la tarde. Mi tristeza se desvaneció a la mitad. Ninguno dijo nada durante todo el recorrido. Una vez dentro del almacén cada uno se dirigió a su lugar de trabajo, mi papá para su oficina y yo me quedé en la bodega; esta vez no hubo protocolo, pues, pienso que todo había quedado claro el día anterior.
Obviamente los empleados de mi papá empezaron a ponerme trabajo, que barriera aquí, que limpiara allá, que arreglara por allá y yo con paciencia haciendo todo eso. El tipo con el que había discutido me miraba de vez en cuando, seguramente buscando cómo fastidiarme, y yo buscando la forma de él librarme. Estaba haciendo mis deberes, cuando de repente llega un camión de carga, que llevaría frutas y verduras a los otros almacenes de mi papá en la ciudad. Y cómo era de esperarse, me llamaron para que ayudara a cargar; era un trabajo muy agotador llevar esas cajas y subirlas al camión, que para mi tamaño, me quedaba un poco alto.
Ya había subido bastantes, estaba muy agotado, sentía que me iba a desmayar o algo así, por eso decidí sentarme un rato y descansar, pero me fue imposible, pues el tipo con el que discutí me vio e inmediatamente me amenazo con decirle a mi papá que yo no había hecho nada si seguía sentado; yo, por no seguir riña, pues llevaba las de perder, saqué fuerza de quien sabe donde y fui por una caja, la levante y la llevé a mi hombro mientras sentía que mi cuerpo se quebraba, me dirigí a la compuerta del cajón, listo para dar el ultimo esfuerzo y subirla al camión, pero, no pude. Así que mientras me resignaba a dejarla caer, y soportar como todos se burlarían de mi, una misteriosa mano tomó la caja por detrás y me ayudó a levantarla hasta el camión salvándome de eso; yo, asombrado (y agradecido) me voltee para ver quien era la persona que me había "salvado".