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Park Jimin había pasado toda su vida bajo los focos. Ni siquiera era capaz de recordar la primera vez que los ojos de los espectadores se habían detenido sobre él. Tendría unos seis años, ¿o quizá cinco? Todos le repetían una y otra vez que era muy “fotogénico”, él no entendía muy bien qué significaba eso, pero no sonaba mal.

En el colegio le encantaba repetir esa complicada palabra con orgullo, a lo que los demás compañeros le miraban asombrados, sintiéndose muy inferiores a él. Eso tampoco hizo que la fama se le subiera a la cabeza, puesto que su madre se pasaba los días cuidando de su comportamiento. Siempre fue un chico alegre, cariñoso y educado, rodeado de riquezas, sonrisas y buenas compañías.

El sueño de cualquiera, él lo había conseguido en la propia infancia. Desde pequeño, le había apasionado la danza, por lo que sus padres, en vez de negárselo, le permitieron asistir a clases mientras continuaba sus papeles en películas y comerciales. Pasaron los años y el pequeño Jimin pasó a ser un adolescente con problemas. La burbuja en la que había vivido toda su vida se esfumó y le mostró una realidad deprimente.

Sus padres estaban a punto de divorciarse, olvidándose de la existencia de su hijo por culpa de las asuntos judiciales. Solo le quedaba la compañía de unos molestos guardaespaldas que le seguían a todas partes. Jimin los aborrecía, ellos solo le dificultaban las amistades y sus propios estudios. El único punto positivo de aquello era que le resultaba entretenido hacerles la vida imposible, escapándose por la noche a hurtadillas para meterles en problemas y cometiendo locuras que le hicieran aparecer en los periódicos. Básicamente, Park Jimin se había ganado mala fama en tan solo unos pocos meses. Realmente aquello no le importaba, porque su único propósito era llamar la atención de su familia y que todo regresara a como era antes.
Es por eso que yo, Park Jimin, era considerado un artista problemático.

En mi decimonoveno cumpleaños en edad coreana, todo pareció empeorar. Debía asistir a una fiesta de grandes dimensiones junto a cientos de celebridades con las que raramente hablaba. Yo solo deseaba un cumpleaños normal, pero nada eso pasó.

—Jiminie... ¡Feliz cumpleaños! —Exclamó mi madre desde el otro lado de la línea.

Me removí entre las sábanas de mi mullida y cómoda cama, sujetando débilmente el móvil debido al sueño. ¿Qué hora era y por qué mi madre no estaba dormida?

—Ah, cierto, ¡mi cumpleaños...! —respondí, fingiendo una nota de ilusión—. Muchas gracias, mamá.

—¿Te he despertado? Es que estoy muy ocupada, no sé si tendré tiempo luego de llamarte.

—¿Qué? No... —Eran las seis de la mañana—. Tranquila, para nada. Pero deberías descansar más.

Dejando el altavoz, me dispuse a hacerme con fuerzas de voluntad para incorporarme de la cama.

—Lo sé, pero ya sabes cómo es esto, no puedo dejarlo —rodé los ojos al escucharlo—. Le he encargado a Woojin-ah que te entregue nuestros regalos y los de los fans, puedes abrirlos antes de irte a esa fiesta.

Después de haberme desperezado lo suficiente y terminar la molesta charla con mi madre, fui al baño para tomar una rápida ducha de agua fría y arreglarme lo suficiente para cuando recibiera visitas. No me hacía la más mínima ilusión pero tampoco podía ignorar a todo el mundo.

Esa mañana me negué a desayunar, debía compensar el banquete que me prepararían a la noche para mantener la forma. Revisé algunas de las notificaciones de su móvil, aburrido. Las pocas personas que había permitido tener en los contactos me habían felicitado enérgicamente, alabando mis habilidades artísticas. Procedí a abrir mi twitter, el cual colapsó un par de veces por las menciones de mis fans. Esbocé una pequeña sonrisa, eran realmente adorables. Lo único que me gustaba de mi vida, a parte del baile, eran mis fans. Se me conocía por ser bastante activo en redes sociales, twitteando, aunque reservándome muchas cosas, mi estado de ánimo, dónde me encontraba y qué estaba haciendo.

“#HappyJiminDay es TT Mundial... Wow, estoy impresionado con todo el amor que estoy recibiendo, sois verdaderamente increíbles. Como compensación, aquí tenéis una dance cover de la nueva canción de J-Hope, “Daydream”. ❤😊”

No dudé en subirlo, quedándome mirando fijamente la pantalla y viendo como las respuestas de mis fans llegaban rápidamente para felicitarme el cumpleaños. Si mis padres no podían prestarme atención, al menos los tenía a ellos.

Aún sonriendo como un idiota, sonó el timbre de la puerta. Alcé una ceja, algo sorprendido. ¿Quién era para que le hubiesen dejado pasar por el portal exterior sin recibir ningún aviso al móvil?

Me levanté, sacudiendo la cabeza para borrar mi expresión alegre. Fuese quien fuese, me había arruinado el momento.

—Hola. —Murmuré automáticamente, observando después al joven que se encontraba en la puerta. Llevaba un traje de etiqueta negro y corbata. Tenía más o menos la misma altura, pero el cabello del intruso era negro, mientras que el mío tenía un tono plateado—. No sé ni cómo narices has entrado, pero más te vale salir de aquí antes de que llame a la policía.

El chico permaneció impasible, como si todo aquello fuera ajeno a él. Se invitó a sí mismo a entrar, ante mi atónita mirada. Después de haberse detenido en el recibidor, se giró para inclinarse cordialmente.

—Soy Min Yoon Gi. Mi padre era el antiguo guardaespaldas de los Park, Min Woo Jin.

Le miraba sin comprender. ¿Qué hacía el hijo de mi guardaespaldas irrumpiendo en mi casa sin más? No tenía ni la más mínima gota de paciencia para aquello, sinceramente.

—Sé quién es. Él debería haberse presentado para entregar... —Empecé a explicar.

—¿Sus regalos? —Terminó la frase por mí, señalando con un gesto de su cabeza la entrada, donde había pilas de regalos inmensas que eran transportada por varios hombres. Mis fans sin duda se habían esforzado esta vez—. Él ya no va a venir más por aquí, habló con su padre y ambos han estado de acuerdo en que necesitaba un descanso para su salud.

¿Mi guardaespaldas se había enfermado? Obviamente no le deseaba ningún mal, pero aquello eran buenas noticias, ahora podría vivir un tiempo sin tener a alguien vigilando cada uno de mis pasos. Sonreí automáticamente.

—A cambio, se me ha pedido que yo sea el que le proteja hasta que se recupere. —Soltó como si nada, observando uno de los cuadros de la casa.

Parpadeé un par de veces seguidas. ¿Que él... Qué? ¿Cuántos años tenía ese chico? Incluso diría que era de mi edad. La idea de tener un maldito adolescente ordenándome dónde tenía que permanecer y siguiéndome como si fuera un niño pequeño me sacaba de mis casillas.

—No hablas en serio. Seguro que ha habido un error. Hablaré con mi padre y...

—Puede pensar lo que quiera y también puede preguntar a su padre, Park Jimin, pero a partir de hoy no podré alejarme de usted. —Lo último lo pronunció como una leve queja.

Aunque no lo quisiese creer, estaba bastante seguro de que era cierto. Me llevé una mano al cabello, ¿qué más sorpresas tendría que llevarme a lo largo del día?

BODYGUARD | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora