Me senté en mi tocador después de salir de la ducha y haberme secado el pelo. Mire la foto de mis padres, sonriendo y saludándome y no pude evitar sonreír también. La escuela había cambiado mucho desde la batalla de Hogwarts en 1998, y ahora, 20 años mas tarde, las casas confraternizábamos mucho mas entre nosotros. La directora McGonagall hacia mucho incapie en que la unión hacia la fuerza. Ni un abusón en los pasillos, ni una lucha de clases, nadie se metía con los nacidos de muggle ni se temía a los sangre pura. Aun tendrian que pasar bastantes generaciones de alumnos por la escuela para que se olvidara por completo el valor implícito en ciertos apellidos o casas, pero nos esforzábamos al máximo por cambiarlo. No olvidar nos permitía mejorar. En resumen... la casa ya no importaba, y nuestras familias solo tenían valor en función del amor que nos daban. En eso tuve mucha suerte.
Mis padres, pese a lo que mi abuelo Lucius realmente pensaba, me habían enseñado que la sangre es solo un liquido rojo que fluye por las venas, absolutamente nada mas. La batalla de Hogwarts afecto especialmente a mi padre, el cual no había tenido las mejores de las reputaciones durante su estancia en la escuela, pero cuya redención había sido un ejemplo para otros jóvenes mortifagos. Mortifagos... que palabra tan antigua y tan absurda. Y ahí, atentos a mi discurso y mis pensamientos, seguía la foto de mis padres, Draco y Astoria Malfoy, mirándome sonriente. Aquel año, con mi entrada en el quinto año, me nombraron prefecta de mi casa, Slytherin. Recuerdo que mis abuelos, Lucius y Narcissa estaban muy orgullosos, al igual que mis padres, aunque de una manera diferente. Mis abuelos pensaban que era una forma de mantener nuestro honor, y mis padres simplemente estaban felices de saber que algo en mi destacaba para que me otorgaran esa responsabilidad. También, aunque no lo mencionara, madre estaba contenta de que pudiera proteger a mi hermano Scorpius, que acababa de entrar en segundo, aunque en la escuela de 2018 ya no hacia falta ser protegido, a no ser que una mandragora perdiera el control. Yo suponía que mis impecables notas habían ayudado a ello, pero habían sido mas cosas. McGonagall me ofreció el puesto, el cual acepte sin ninguna duda, y me dijo que si en un par de semanas todo iba bien, me explicaría el porque de su elección. Aquella noche era el primer sábado después de haber vuelto a la escuela tras las vacaciones de verano. Los de primero correteaban perdidos por los pasillos, ya habíamos tenido un accidente con una lechuza que no tenia mucha visión, y los de séptimo curso querían aprovechar su año al máximo antes de abandonar para siempre los muros del castillo, y por ello, habían organizado una fiesta en la sala común de Griffindor, a la cual iríamos sin ninguna duda. Estaba terminando de aplicarme el pintalabios cuando escuche a mi amiga Ivanka llamarme desde la escalera.
-¡Seraphina Malfoy! ¡Que te hayan nombrado prefecta no significa que tengas derecho a llegar siempre tarde!
Baje las escaleras en ese momento, con un vestido de brillantes lentejuelas negro y unos zapatos atados al tobillo de terciopelo negro. Mi melena platino rozaba mis caderas, y como siempre, el anillo de mi familia adornaba mi dedo índice, además de mi manicura verde esmeralda.
-Ya estoy aquí, no te alteres mas o te estropearas el peinado.
Le guiñe un ojo y ella me hizo el corte de manga, aunque ninguna de las dos hablábamos realmente en serio. Al mismo tiempo Garrick bajo las escaleras. El era le nieto del mismísimo Garrick Ollivander, y pese a que su familia siempre había sido destinada a Ravenclaw, el era el único que acabo en Slytherin, para convertirse en mi compañero prefecto en quinto curso. Su inteligencia era abrumadora, probablemente por ser una rata de biblioteca, pero aun era mayor su ambición con el negocio familiar, y quizás por eso el sombrero seleccionador lo mando aquí.
Los tres juntos subimos desde las mazmorras donde estaba nuestra casa hasta la torre de Griffindor, donde nos esperaba el prefecto de sexto para abrirnos el retrato de la dama gorda y pasar una noche inolvidable. Cuando llegamos a la puerta de la Dama Gorda, Garrick saludo al prefecto de Griffindor mientras nosotras nos quedábamos un poco más atrás, charlando sobre nuestros vestidos. Al final, cuando los chicos terminaron su intercambio de opiniones reglamentario sobre el ultimo partido de Quidditch, nos acercamos a ellos, y nos invitaron a pasar.
Entramos en la fiesta y la gente nos miro. Yo no me consideraba especialmente popular, pero la gente seguía teniendo ciertas asociaciones con el apellido Malfoy. Infle mis pulmones de aire y mire a Ivanka, la cual me miraba algo seria.
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...y tu tan dulce
FanfictionEn el presente, Hogwarts ya no es lo que era. Sin embargo, ¿sera suficiente el cambio para un acercamiento inusual, o habrá sido todo un acto de puro teatro?