Abismo de Colores

Un Recuerdo

“Yo la caliento” Recordaba perfectamente el cómo no podía creerlo, se sentía impotente y sus
palabras salían más para aparentar que todo estaba tranquilo, sus pensamientos seguían como
siempre fijados en cosas que no tenían importancia excepto una, la que más le atormentaba: no
conseguía calentar la mano de su contraria, que sudaba frío y lentamente congelaba la de él. Ella
por su parte miraba alrededor evitando la atención en ese único punto que por fin los unía, o al
menos así lo recordaba, hasta puede asegurar que en un punto llegó a pasar por su cabeza “hoy
tampoco se pudo el beso, ¿verdad?” y que con resignación conversaba así mismo, prosiguiendo como “Bueno, ya no importa”. Pero, de igual estaba feliz si pensaba en todas las noches que había abrazado su almohada pensando en ella, en lo mucho que luchaba consigo mismo y con el mundo por conquistarla y así no lo lograra, estaban ahí los dos.

En aquél momento, la acción que lo contradijo por completo le dio a saber que todo era posible, o mejor dicho que nada era imposible; al su contraria acercarle el rostro, chocar levemente su frente y decirle “¿Sí recuerdas la condición?”, fue la primera vez que se sintió tan feliz y a la vez irritado.
La manera en que ella lo irritaba, lo hacía sentir vivo, no era malo del todo… mas bien el mejor
regalo que un defecto podría dar. Como fuere nunca llegó a imaginar que esa delgada figura que
conocía ya hace años se arroparía con una prenda suya, y escribiendo esto, sonriente agradecía de tener una Goma de mascar pegada a sus pensamientos, que de cierta manera impedía que se sintiera horrible, era extraño porque al escribir estas palabras daba a saber con sinceridad lo que pasaba por su ser emocional.

A pesar de que nunca ha abrazado a alguien con la intensidad que ha llegado a querer hacerlo, quizá podría intentarlo una última vez, pero volvió en sí de nuevo, la realidad le llevó todos sus pensamientos y recuerdos, suspiró para así concentrarse de nuevo en lo que estaba haciendo;
lentamente se esbozó una sonrisa en su rostro y decidió no describirlo. Aunque sabía que todas
estas palabras serían tomadas sin ninguna emoción, no se arrepentía de escribirlas.
Definitivamente…
... no era tiempo perdido.