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  guardé el deseo de llamarla para cuando estuviera ebrio o muy solo, así tendría una excusa para mandar mi dignididad al demonio y quererla.

  me senté en el balcón de mi apartamento donde estaban las macetas con plantas recién floreciendo que ella misma había plantado allí. eran su creación.

  bajo la luz de la luna y el humo del cigarrillo juré que me desvanecia un poco y que una parte de mi alma se fragmentaba e iba directamente arriba a las estrellas.

  mi amante no me amaba, ella no había llamado.

lover; mccannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora