Capitulo 3

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La vibración de mi móvil hizo que me despertara. Miré el reloj de mi muñeca, las 3:00 de la mañana, ¿quien me hablaría a esas horas?
Cogí el teléfono y leí los mensajes que habían interrumpido mi sueño.
"Me duele mucho la garganta, no puedo dormir."
"Ven a cuidarme porfa."
"Sálvame de una muerte segura"
Este último me hizo reír, así que sin dudarlo me levanté de la cama, metí en mi bolso ropa para cambiarme por la mañana, cosas de aseo y algún que otro médicamento. Me abrigué con la primera sudadera que pillé del armario, y tras coger las llaves del coche salí de casa.
Iba en pijama, pero no me importaba mucho porque conduciría hasta su casa, no estaba muy lejos pero así adelantaría. No tardé ni cinco minutos en llegar, y él apenas tardó un segundo en abrirme la puerta.
-Hola-Dijo con la voz ronca.
Llevaba un adorable pijama de rayas. Tenía el pelo revuelto y los ojos adormilados. La nariz roja de sonarse y el termómetro en la mano. No pude reír.
-Oye, no eres tú la que debería reírse aquí. Vas con pijama, tienes un peinado digno de la niña del exorcista y esa sudadera era mía.- Entonces caí, llevaba una sudadera gris que Diego me había regalado unos años atrás.
*Ocho años atrás*
-¿Que te pasa Julia? Tienes mala cara.
-Llevo unos días sin poder dormir, tengo pesadillas y me paso las noches en vela.
- Vamos a hacer una cosa-Lo miré sin entender nada, mientras él se quitaba la sudadera- Toma, póntela antes de irte a dormir, cuando la lleves puesta será como si yo estuviera contigo. A ver si así estás más tranquila.- Sonreí como una niña pequeña, dándole un pequeño beso en la comisura de los labios.

-No, es mía, tú me la regalaste, ya no te pertenece. -Le saque la lengua- Oye, ¿me vas a dejar pasar o te tengo que cuidar desde el rellano?
-Que borde estas-Lo mire mal- Va anda, pasa.
-Que mona tienes la casa.
-Al fin me dices algo bonito.-Reímos- ¿vamos a mi habitación?- Asentí, y el cogió mi mano para arrastrarme hasta su habitación, una vez allí se tiró sobre su cama de matrimonio y yo me acerqué a él para comprobar si tenía fiebre, la verdad es que la tenía un poco alta.
-¿Que te duele exactamente?
-La garganta sobretodo y la cabeza.
-Has estado en la calle poco abrigado o has comido algo que...-No me dejó continuar.
-Ya te dije que comer helado a finales de diciembre no era buena idea.-No prude evitar reir. El otro día estábamos dando una vuelta por un centro comercial, y vi una heladería, no pude resistirme a comerme una gran tarrina con el helado de turrón, y claro, para no ser yo la única rara pues lo arrastre a él a tomarse uno también, así que por lo visto no le sentó muy bien.
-Bueno, no te preocupes, tomate esto-Le di uno de los medicamentos que había cogido de casa- Mañana ya se te habrá pasado. Bueno, me voy al sofá a dormir, si necesitas algo me llamas.
-Julia, puedes dormir aquí, ya lo hemos hecho antes muchas veces, venga porfa, hazlo por mi.- Aunque no me pareció muy buena idea, no puse resistencia, así que me quite la sudadera, y me acosté de espaldas a él, pronto el rodeó mi cintura con su brazo, eso me recordó a la primera vez que dormimos juntos.
*14 años atrás*
-Diego, no se pueden enterar mis padres, porque no me dejarían sola en casa nunca más.
-No, tranquila-Se quito la ropa quedando en calzoncillos- Venga va, vamos a dormir.- Se acercó a darme un beso en la frente, y luego me cargó en brazos para dejarme cuidadosamente sobre la cama y acostarse el.
-Te quiero muchísimo.
-Yo muchísimo más.- Apagó la luz y yo me ose de espaldas a él.
-Diego.
-¿Qué?
- No te vayas nunca de mi vida.

Un olor a chocolate me despertó. Diego no estaba a mi lado así que supuse que el olor a chocolate lo había causado él. Fui buscándolo por la casa, pues no la conocía, y lo encontré en la cocina, con un delantal rosa y muy concentrado haciendo algo en una sartén.
-Buenos días Juls- Que bien sonaba "Juls" en su boca.
-¿Que haces?- Me reí por sus pintas.
-Tortitas con chocolate-Dijo orgulloso.
-Jo, se supone que yo había venido a cuidarte a ti.
-Gracias a tus dotes de enfermera ya estoy bien.
-No tengo dotes, soy enfermera.
-Perdón perdón, se me olvidaba que ya no eres una niña, como no creces.- Se rió. Pero yo, cogí un puñado de harina de la que estaba utilizando para las tortitas y la estampé en su cara. Y así fue como empezamos una guerra de harina que terminó con toda la casa hecha un cuadro.

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⏰ Última actualización: Jul 15, 2018 ⏰

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