Cuántas veces tendré que Rechazarte 5

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Se asomó por el hueco del cartel y la miró atentamente. Un deseo poderoso se extendió por su cuerpo, quería arrojarse en ese momento del techo y correr a consolar a su esposa. Verla tan vulnerable, tan deprimida, le hacía doler cada hueso de su pecho. Pero el momento de debilidad no duró demasiado, Imelda se levantó del suelo y se dirigió con paso decidido a su casa.

Héctor observó el interior de la vivienda. Ella caminaba de un lado a otro, pasando de una habitación a otra a paso ligero. La conocía lo suficiente para saber que algo estaba molestándole, la curiosidad lo estaba matando ¿Qué podría haber pasado en el mercado para que Imelda volviera en ese estado? Y lo que más llamaba su atención ¿No pensaba abrir la tienda? Ya había pasado más del mediodía y la zapatería continuaba cerrada. En el tiempo que Héctor la estuvo espiando, pudo ver lo trabajadora que era... Algo muy importante estaba pasando y él no tenía idea de que era. Temblaba de ansiedad y casi no podía mantenerse quieto... tenía que averiguar qué estaba pasando!

Comenzó a arrastrarse por el hueco para bajar del techo. Como Imelda estaba despierta debía ser muy cauteloso, no quería que ella descubriera su escondite. Logró llegar al borde y corroboró que ella estaba de espaldas a la ventana, era el momento indicado para dejarse caer. Inevitablemente, sus huesos provocaron un sonido estridente al chocar contra el suelo y dispersarse. Se armó rápidamente y comprobó que su esposa salió otra vez de la casa, miró hacia ambos lados, decidiendo donde esconderse y finalmente se arrojó detrás de unos rollos de cuero apilados al costado de la tienda (aún dentro de la propiedad Rivera) Imelda pasó junto a ellos hacia la puerta principal. Claramente no había escuchado el ruido que había provocado. Su semblante serio y ceño fruncido evidenciaba que seguía con un asunto importante en mente.

Cuando ella salió definitivamente de la casa, Héctor se deslizó contra los muros, abrió solo un poco la puerta y la observó alejarse por el camino. Suspiró aliviado, hasta que un sonido ronco se oyó a sus espaldas, sintió un aire caliente golpear sus omóplatos y volteó lentamente para encontrarse con unos enormes ojos amarillos que lo observaban con furia...

-Oh... Hola, gatito - Le sonrió nervioso, haciendo un gesto de saludo con la mano. El alebrije emitió un rugido profundo que voló el sombrero de paja de Héctor. -Vaya... estás algo enojada, ¿no? - Pepita lo empujó con su nariz hacia la puerta. -Bueno, bueno... ya me voy... Pero primero, quisiera mi sombrero... déjame agarrarlo... - El esqueleto caminó lentamente hacia su sombrero, sin quitar la vista del gato enorme que comenzaba a rodearlo amenazadoramente. Tomó la prenda agachándose lentamente y luego se lo colocó en la cabeza. -Listo. Ya me voy! -

Antes de dejar que Pepita hiciera cualquier movimiento, Héctor salió corriendo a toda velocidad de la vivienda Rivera, sin mirar hacia atrás por miedo a encontrarse al enorme alebrije pisándole los talones. Tenía que admitir, el guía espiritual felino era casi tan feroz como su esposa.


Para despejar dudas y encontrar información no había mejor lugar que la biblioteca.

Imelda se dirigió directamente al mostrador, donde la bibliotecaria le indicó el pasillo por donde debía buscar los textos que hablaban de lo que ella necesitaba. Leyó los lomos atentamente, hasta que eligió 3 que parecían tener las respuestas a algunas de sus múltiples preguntas. Se sentó a una de las mesas y comenzó su lectura.

El tiempo pasaba rápidamente y ella no se percataba. Su curiosidad y necesidad por saber eran más poderosas. Leyó atentamente cada renglón, cada palabra de los libros que había elegido y la información se grababa en su mente como fuego...

-El recuerdo es la clave de todo por aquí... - Razonó cerrando el libro delicadamente. -Si te recuerdan vives, si te olvidan desapareces... - Pensarlo le produjo una presión en el hueco de su pecho. Ella misma había trabajado mucho en el olvido de Héctor. Lo había deseado con todas sus fuerzas en sus años de vida.. Pero ahora...

Cuántas veces tendré que Rechazarte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora