Luke se despertó sobresaltado por un ruido proveniente del sótano. Descartó la idea de que fuera su gata, era un ruido mucho más brusco. Y a su gata no le gustaba el sótano. Tragó saliva y apoyó los pies en la alfombra. Se calzó sus zapatillas y bajó las escaleras lentamente. Una vez en la planta baja, miró a las escaleras del sótano. ¿De verdad valía la pena bajar por un simple ruido?
-Hola. ¿Hay alguien ahí?
No obtuvo respuesta, pero unos segundos después se oyeron más ruidos, y unas risas. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Esas risas no eran normales, eran ásperas y estridentes. Se preguntó si nadie más se había enterado de esos ruidos que inundaban toda la casa.
Bajó unos escalones, y algo le dijo que subiera, que se alejara, que corriera lejos de ese sótano. Pero, a la vez, una voz le decía al oído: <<ven, habla con migo, descubre quién soy>>
Se precipitó escaleras abajo al oír un grito con la inconfundible voz de su madre.
-¡Mamá!¿Quién hay allí?
-Ven, Luke, ven y escúchanos.
Esta vez fue una voz dulce la que se dirigió hacia el chico.
-¿Cómo sabéis mi nombre? ¿Y dónde está mi madre?
Luke estaba en el sótano, blandiendo una escoba como arma. Una chica emergió de entre las sombras. Su pelo negro caía en ondas sobre sus hombros y espalda. Sus rasgos eran delicados, y unos ojos verdes relucían con una luz especial. Sus orejas, puntiagudas, estaban adornadas con pequeñas y delicadas perlas blancas, como su vaporoso vestido. Unos labios negros destacaban sobre su pálida tez, y sobre la cabeza llevaba una corona de un material parecido al cristal.
A su lado, había una chica más o menos de la edad de Luke. Las únicas diferencias entre la mujer y la chica, aparte de su edad, eran su color de pelo-la chica era rubia, y llevaba su larga melena recogida en una larga trenza- y el color de los labios-una los llevaba negros, y la otra de un encantador rosa pálido.
-Tu madre está en su habitación, dormida. Al igual que tú-la chica dibujó una sonrisa sobre sus labios.
-No... no entiendo nada.
Esta vez fue la mujer la que intervino.
-Claro que no, Luke. Sería muy raro que lo entendieras todo con tanta rapidez. Ten esto, te ayudará a entenderlo, al menos en parte. El caso es que te necesitamos en el jardín.
Le tendió un pedazo de papel doblado, y Luke se lo metió en el bolsillo.
-Explicadme al menos quiénes sois, y qué es eso de que estoy dormido. Todo esto es demasiado real como para que sea un sueño...
-Y no es un sueño-la joven miró a Luke- es una petición de ayuda, los elfos tenemos ese poder. Hemos entrado en tu mente. Y hemos tenido que recurrir a algunos trucos para que bajes...
-Somos Akie y Keshir. Yo soy Keshir, reina de los bosques que se ocultan tras ese jardín. -señaló el extenso terreno floral a través de la ventana-Y esta es mi hija, Akie- ella le saludó tímidamente- . Nuestro reino está en peligro, y solo tú puedes salvarlo.
-¿Yo?
-Sí, joven, eres más especial de lo que crees.
Akie se acercó al chico y le cogió las dos manos.
-Por favor, te necesitamos.
Su mirada era tan desesperada...
-Si nuestro bosque muere, moriremos con él.
Asintió lentamente.
-¿Qué tengo que hacer?
Keshir se acercó a Luke y le posó una mano sobre la frente.
-Despierta-susurró ella.
El chico abrió los ojos, de nuevo en su habitación, y se palpó el bolsillo del pijama. Había un papel doblado. No había sido un sueño.
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No cruces el jardín
FantasyLuke es un chico de 13 años, siempre le dijeron que no cruzara el jardín de su casa, que no entrara allí, que podría ser peligroso. Pero un día, se ve en la necesidad de entrar, sin saber qué peligros oculta el jardín.