No cruces el jardín

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Abrió el papel, era verdoso, aunque pálido. Empezó a leerlo, y entendió muchas cosas.

"Hace miles de años, nuestro bosque era grande y próspero. Un fatídico día, sin previo aviso, los árboles y las flores empezaron a marchitarse. Después de poco tiempo, descubrimos la fuente de esa enfermedad. Venía desde el sur, desde el hogar del hada de la tierra. En nuestro bosque hay cuatro hadas, y hacen que todo funcione. Cuando una de ellas duerme, ocurren cosas así. Si la tierra se duerme, las plantas no pueden vivir, y los elfos, ninfas y demás criaturas tampoco. Dependemos de nuestro bosque."

No sabía qué hacer. ¿Cómo podía salvar él un bosque entero? No se lo explicaba. Aun así, tenía que intentarlo. No podía dejar el destino de miles de criaturas en manos del destino. Le dejó una nota que lo explicaba todo a su madre, aunque sabía que ella no lo entendería, se vistió rápidamente y salió por la puerta trasera de la casa, que daba al jardín.

Se adentró en él, abriendose paso entre flores y arbustos y, cuando hubo caminado bastante, se encontró con un espectáculo maravilloso.

Las flores, de todos los tamaños y colores, se alzaban imponentes sobre sus tallos, algunas en torno a los árboles, otras, simplemente no tenían tallo. Nacían del suelo.

Los árboles, cubiertos de hojas de un verde brillante, parecían fuertes y llenos de vida. Los frutos eran exóticos y variopintos, y parecían jugosos.

Una voz le sobresaltó.

-Joven héroe, has venido.

Akie y Luke se miraron fijamente a los ojos, y ella le sonrió.

-Sí, claro. No iba a dejar que toda esta belleza se marchitara.

Luke vio que, un poco más allá, las flores estaban resecas y mustias, al igual que los árboles. Todo lo que parecía lleno de vida en el Norte, era todo lo contrario en el Sur.