Serendipia ━ Barry Allen ✓

11. ¿Puedes usar estas lágrimas para apagar el fuego en mi alma?

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Sus recuerdos eran más lúcidos que nunca, recuerda sus labios, sus besos, los suaves toques, caricias, su primera vez, su primer llanto, mudarse de casa, su compromiso, el apoyo, el dolor, las lágrimas, sonrisas, abrazos, llantos... Amor.

Amor.

Se suponía que no debía enamorarse de ella.

Se suponía que no debería estar aquí. En este mundo.

No deberías estar aquí, no. No es así como se suponía que fuera.

Pero, aun así, no pasó un solo día sin que él no apreciara estar con ella. No pasó un día sin que él estuviera agradecido de haberla conocido, incluso si se trataba de las circunstancias más desastrosas.

Barry suspira y pasa una mano por su pelo, revolviéndolo por millonésima vez. No le es fácil a Iris West hackear las cámaras de la ciudad y seguir el rastro de su esposa y de The Rival y el velocista escarlata está perdiendo rápidamente la paciencia.

Para su mala suerte el equipo Kid Flash –que consiste realmente en solo ella y el velocista más joven, que resulta ser su hermano: Wally West–, carece de herramientas necesarias para acelerar la búsqueda. Pero es un avance considerando que él solo estaría corriendo a ciegas por las calles de Central City.

El grito emocionado de Iris lo sobresalta: —¡Los encontré!

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April deja escapar una maldición y con cuidado se endereza en su lugar.

¿Dónde estaba?

Miró a su alrededor y no vio un solo edificio, señal o punto de referencia.

¿Qué demonios pasó?

April cerró los ojos y respiró hondo, rezó para que su corazón dejara de latir tan fuerte y el mundo dejara de girar lo suficiente para que ella formara un pensamiento coherente.

Ella fue secuestrada por un meta humano porque su esposo era Flash.

Todo volvía a ella, pero nada que explicara por qué estaba parcialmente tumbada en un húmedo campo de hierba.

¿Dónde estaba The Rival? ¿La habría dejado ir? ¿Ella había escapado?

¿Dónde estaban sus zapatos?

April se rió de sí misma, eso no era importante en este momento. Ella necesitaba averiguar dónde estaba y necesitaba encontrar ayuda para volver a casa. Y lo más importante: huir de The Rival.

La mujer se echó a correr. Corrió tan rápido como sus piernas le permitían y justo cuando sintió que sus pies descalzos ya no podían soportar más, alcanzó a ver una luz parpadeante a la distancia.

La luz resultó ser una estela de rayos que se dirigían a ella.

Flash y Kid Flash la habían encontrado.

Junto a The Rival...

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Barry casi se echa a reír cuando la ve, la fuerza de la velocidad se tranquiliza en su interior.

Tardíamente se da cuenta que los West y él no son los únicos en localizar a April.

Sin pensarlo, le ordena a Wally y a Iris que saquen de ahí a April y se abalanza furioso contra el velocista de negro.

Por supuesto, el velocista menor hace caso omiso de su orden y se enfrasca en la lucha contra The Rival. Aunque puede ver como Iris se acerca a April, comprobando su estado.

Su enemigo es fuerte, y mucho más rápido que ambos héroes. Y la arrogancia de Wally les hace nuevamente perder a ambos.

El villano tomó impulso y lanza un poderoso rayo en dirección a Iris West.

Es como un sueño.

Ver cómo se desenvuelve todo ante él a cámara lenta. Por milésimas de segundo se da cuenta que el rayo no va dirigido a Iris, si no a April.

Tacha eso, es una pesadilla.

Corre, corre esforzándose a ir más y más rápido. Pero no era suficiente y nunca sería suficiente, sin importar lo mucho que lo intentara.

Nunca, en cualquier línea de tiempo, en cualquier década, en cualquier mundo, hubiera sido suficiente.

Sus sueños, visiones de April como madre y como futura Doctora nunca se harían realidad. Ella nunca envejecerá a su lado, nunca tendría esos gemelos que siempre había deseado.

Él la atrapa antes de que su frágil cuerpo golpee el suelo. Escucha vagamente a Iris gritar y a Wally correr tras The Rival, quien se fue hace tiempo, pero a Barry no le importa. Porque todo en lo que puede pensar es en April, April, April. Barry la sacude una y otra vez y grita, grita, le ruega que se despierte, que abra los ojos porque no está muerta, no lo está. Ella es April Masen-Allen: una enfermera dedicada, hermosa, inteligente y cariñosa, su prometida, el amor de su vida y no puede morir.

Una vida, perdida para siempre.

Y mientras estaba allí sentado de rodillas en el suelo, con su cuerpo inerte y ensangrentado apoyado en su pecho, observó cómo esos sueños se escapaban. Se escabulleron y nunca se volverían realidad, porque allí estaba, en sus brazos, tomando su último aliento. Gritó su desesperación hacia el cielo y la miró parpadear por última vez.

Ahora, la mujer de sus sueños sería exactamente eso. Nada más que un sueño.