Hola, mi nombre es doctor Smiley. No es necesario decir que no soy tu doctor de siempre, a diferencia de los doctores de los hospitales de hoy en día, quienes hacen su mejor esfuerzo para engañar a la muerte. Yo, por otro lado, le doy la bienvenida a la muerte y ayudo a mis pacientes a aceptarla.
Porque justo el otro día encontré a una joven en la calle, parecía como si estuviera muriendo lentamente de anorexia. Así que le sonreí, besé su mano y prometí ayudarla. Estaba encantada y me siguió mientras la guiaba a mi oficina: un pequeño edificio en las afueras de la ciudad, probablemente lo has visto antes… el que tiene persianas colgando de un pequeño pedazo de madera o metal, la pintura blanca desgastándose en la pared, el que tiene el plástico y el cartón cubriendo las ventanas... el que tú siempre asumiste estaba vacío.
Llamo a este edificio mi hogar y mi clínica, ayudo a todos mis pacientes aquí.
Después de que regreso a mi clínica con la chica ella estaba un poco asustada, pensé que era tierna, como un pequeño ratón. Tan solo le di mi dulce sonrisa de siempre y jalé de su mano delicadamente, fácilmente tiré de ella llevándola a mi pequeña sala de estar. Solté su mano y aseguré la puerta detrás de nosotros. Ella entró en pánico cuando se dio cuenta de las manchas de sangre en mi viejo sofá.
“Oh no te preocupes, es solo que tuve que realizar una operación de emergencia ahí” Dije tratando de retener una pequeña risa de excitación.
La llevé a mi salón de "operaciones" y le dije que se pusiera en mi pequeña mesa de operaciones. Ella se acostó luciendo aún asustada e insegura. Miró alrededor de la habitación hacia todos los frascos de pastillas y jarros de líquidos que surcaban las paredes y advirtió uno de mis especímenes.
“¿¡Q-que es e-eso!?” Chilló mientras apuntaba uno de los frascos.
Miré al pequeño frasco sin inmutarme de mi trabajo.
“Eso, mi querida, es un espécimen de mi último paciente. Ella tenía una dolencia que causaba que sus glóbulos comenzaran a morir y pronto todo su cuerpo comenzó a apagarse.” Ella jadeó y se incorporó.
Trató de correr, pero afortunadamente para ella acababa de terminar de llenar mi jeringa con el líquido azulado que uso en todos mis pacientes. Giré, agarrando su muñeca y tirándola de espaldas, apuñalando su cuello con la aguja e inyectando el líquido.
“Shhh… no tengas miedo… estoy aquí para ayudarte.” Susurré en su oído con una sonrisa lo suficientemente amplia para dejar ver mis dientes afilados.
Abrió su boca para gritar pero solo pudo dejar salir un suspiro. Entonces, calló en un profundo sueño.
Continúe preparando la cirugía, lento haciendo brillar a todos mis instrumentos. Puse todo en una plataforma al lado de su cama, donde se sentaba apoyada por almohadas y atada por esposas. Un quejido llamó mi atención y me reí.
“Bienvenida dormilona…” Dije colocando la última herramienta en la mesa.
Abrió sus ojos y comenzó a retorcerse contra sus cadenas yo solo chasqueé la lengua. ¿Qué no se da cuenta de que estoy tratando de ayudarla? Tomé mi escalpelo y empecé a trabajar en ella, hurgando en su interior mientras ella sangraba y se retorcía. Usualmente trato de mantenerlas vivas mientras las examino, es más divertido de esta manera, viendo a los órganos tratando de seguir funcionando incluso cuando están expuestos al mundo.
Después de que abrí su estómago y su riñón finalmente me aburrí, corté una pequeña pieza de entrañas y la dejé caer en un frasco.
“Un nuevo espécimen para mi colección” Pensé en voz alta con una gran sonrisa.
Estaba teniendo espasmos ahora, sangre goteando desde su boca y sus ojos ruedan hacia el interior de su cabeza. Sofoqué una risita, sus últimos momentos siempre me parecen divertidos. Con ese pensamiento hundí mi escalpelo en el aún latente corazón. La herida rebosó de sangre y la chica claudicó. Sonreí lamiendo mis labios:
“Otra exitosa cirugía…”