CANTO PRIMERO

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I: El Origen.


Tronaron sobre la Tierra las trompetas del infinito universo, los astros se alinearon y llovieron las estrellas sobre la faz terrestre; temblaron las tierras y los mares se levantaron. Las montañas cayeron y se alzaron los abismos, la luz se volvió oscuridad y el bien se transformó en mal. Toda la Tierra estuvo sumida en la oscuridad total allá más de mil milenios y no hubo vida que la habitase durante todo ese tiempo. El Hacedor no se hubo conformado con su creación y la destruyó tal y como estaba escrito. Durante el Apocalipsis, no pudo evitar la tentación de preservar un trocito minúsculo de la creación en el lugar más remoto del cosmos y, cuando hubo creído que el planeta azul había estado lo suficientemente sumido en el mal, decidió liberarlo de tal peso y volver a soltar a su mayor obra sobre la destruida y maltratada Tierra.

Cuentan las musas, esas aladas que estuvieron presentes en el nuevo resurgir de la vida, que la Tierra tembló como nunca, los volcanes expulsaron lava más roja y más caliente de lo normal, las tormentas y las tempestades se sucedían por todo el planeta y, del centro del astro, dicen, que surgió una poderosa luz que llenó el mundo de todo tipo de vida. Tras la hazaña la luz se personificó en un hombre y una mujer, los cuales recibieron el nombre de Peptímenes y Crahonte: padres de la vida. Él recibió el título de dios de la tierra y ella el de diosa del universo, pues era sólo con ella con la que el Hacedor mantenía conversación. Ambos eran los encargados de preservar la vida TAL Y COMO HABÍA SIDO LIBERADA, SIN PODER MODIFICARLA.








II: Hijos de los Diose... Protectores.


Cuentas las musas que Crahonte y Peptímenes tuvieron, a los pocos años de haber sido entronizados reyes de la tierra y el universo, una bella hija llamada Ercaéptica, reina de los mares y un fuerte y rudo hijo llamado Alpáceos, rey del cielo y de las estrellas. Dicen que Ercaéptica era la más inteligente de las pocas criaturas antropomorfas que habitaban la tierra y por ello heredaría el trono de su madre y de su padre cuando estos se reunieran con el Hacedor de nuevo. Alpáceos, al contrario que su hermana, estaba más centrado en observar la naturaleza y todo lo que la rodeaba y por ello, él sería el mayor de los salvaguardadores de la Creación. Ambos eran felices en el nuevo Edén, hecho a su medida. Años más tarde, Crahonte y Pepímedes dieron al mundo a dos nuevas hijas gemelas: Lirha, hermosa como ninguna y Heringossa, amorfa y retorcida. Dicen los historiadores que cuando vieron la hermosa cara de Lirha sintieron como si una llama de fuego encendiese sus corazones; al contrario que cuando vieron a Heringossa, que sintieron como si una corona de espinas se clavase en sus corazones, los oprimiese y los dañase. Decidieron, tras tres días de reflexión, dar a Juno, una bruja del Bosque Eterno, su despreciada hija Heringossa. Juno, contenta, decidió llevársela, no al Bosque Eterno, sino a una pequeña gruta en la montaña más alta de las montañas del oeste. Allí vivirían hasta el fin del universo.

Por otra parte, los tres hermanos vivían felices en el palacio de Nändem mientras sus padres dirigían y administraban a los humanos. Preservaban con ahínco la tarea que el Hacedor les había encomendado, vigilar a los humanos.








III: El Mal aparece.


Los gritos de una joven alarmaron a la tribu y despertaron a los mismísimos Protectores. Todos se dirigieron a la cabaña donde habitaba y un río de sangre salía por la puerta y desprendía un repugnante olor que aturdió a los allí presentes. Los Protectores entraron primero. Hallaron a una joven llorando a lado del cadáver de su esposo, que yacía muerto con el pescuezo rajado y por el que aún salía sangre a borbotones. Matheus Erden·Faith, hijo de Gorg Erden, de la estirpe de Erd; un joven arquitecto de la tribu. Conocido por sus habilidades para diseñar y construir monumentos y edificios en honor al Hacedor. Otras mujeres de la tribu cogieron a la joven y se la llevaron del lugar para que no presenciara más el cuerpo inerte de su amado. El físico le cerró los ojos, llorosos y de color verde y pidió una oración por su alma. Tras el rezo, varios varones taparon el cadáver con la sábana y transportaron el cuerpo a una sala donde se lo embalsamó y preparó para el entierro. Hallaron en el lugar unos cabellos negros, que no pertenecían ni al joven ni a la joven, pues ambos eran rubios, de un amarillo dorado como el Sol. Tras el entierro, se puso en marcha una exhaustiva investigación para esclarecer el atroz crimen que había asolado Heeltos.

Un día, Alpáceos estaba conversando con Lirha y cuando esta le tocó la cara, como muestra de aprecio, los ojos de este se tornaron blancos y comenzó a expulsar espuma por la boca mientras decía una y otra vez lo siguiente:


ANALHON MELON, TOMEN REQUEN, FIDAS HERING


Avisó a los guardias pues se preocupó. Estos avisaron a sus padres y al físico, lo llevaron a sus aposentos y lo dejaron allí. El físico hizo todo lo que pudo pero Alpáceos se reunió con el Hacedor. Crahonte tuvo una visión: dos damas, una blanca y otra negra en vestiduras combatirían y con ellas la humanidad, y lucharían hasta el Fin del Universo.

Enfadada y dolorida, se fue a sus aposentos, donde pidió explicaciones al Hacedor, pues no estaba conforme con lo que había hecho. Este no le respondió y Crahonte se durmió.







IV: Los humanos y la Libertad.


Pasaron los años, pero el dolor de Crahonte no cesó. Se convirtió en una mujer seca, asqueada y solitaria. Los humanos se extrañaban al no verla junto a Pepímedes en la administración de los humanos aunque entendían por lo que pasaba y se lo perdonaban.

Los humanos se habían vuelto más inteligentes y menos dependientes, lo que facilitó el trabajo en solitario de Pepímedes. Realmente no trabajaba solo pues recibía ayuda continua de sus amadas y adorables hijas. Ercaéptica se había enamorado de un joven de la tribu, lo que hizo que se separase aún más de su hermana Lirha. Lirha era una visionaria y una revolucionaria: sólo ansiaba el progreso y la prosperidad de los humanos. Siempre procuraba innovar y hacer el bien por los hombres. Un día, conversando con su padre sobre organización de los humanos, preguntó con rotundidad: "¿Por qué hemos de vigilarlos?" Su padre se extrañó y respondió con rotundidad "Porque los humanos no saben vivir en libertad". Ahí quedó la cosa pero Lirha no comprendía por qué los hombres no sabían vivir en libertad. Preguntó a su madre, que era mucho más vieja que su esposo, según el Hacedor. Esta se rió y luego dijo "Hace mucho tiempo los hombres ya existían. Fundaron grandes civilizaciones y tomaron toda la Tierra. Hasta que un día decidieron hacerse pasar por el Hacedor. Crearon autómatas y estos los aniquilaron. Pero el Hacedor, en su infinita misericordia decidió darles de nuevo una oportunidad aunque esta vez no los dejaría vivir sin sus órdenes directas; que es nuestro trabajo". Tras la historia se tendió en la cama y se durmió, de nuevo.

Lirha seguía sin estar conforme y decidió reunir a los hombres y hablar con ellos. Les comentó la idea y ellos, enardecidos por Lirha, decidieron alzarse en armas contra sus Protectores.



CANTOS *SEGUNDO*Y *TERCERO* (desaparecidos)



LirhaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora