Discernimiento

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Nada me adolece más que el pesar de mi propia conciencia,
Del indeseable letargo de una incesante trifulca repleta de aflicción, desconsuelo, miedo, sollozos, y melancolía,
De aquella monótona puesta de sol al umbral de un nuevo adiós,
De aquella reiterada sensación estremeciente,
Como el silencio que cohabitaba en mi conciencia y mi alma.

Aquella que me corrompía hora tras hora, día tras día, noche tras noche suscitando una vigilia indefinida,
Son aquellos anhelos que sofocaban mi concordia,
El ineludible paroxismo por el añoro de un alma,
De una incorregible alma perdida por la vastedad de aquel paraje,
Por aquella negligente conciencia no correspondida por su desafiante rectitud.

Aquellos días que no era corrompido por aquel alma,
Eran portados por una beatífica conciencia que discurría por los cauces de antaño.

El hogaño es el portador de aquellas jadeantes exhalaciones,
De aquel alma que podía haber sido pero no pudo,
De aquel alma sin tregua, sin voluntad, sin vida, que no pudo prosperar.

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