III

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-Ya no sé que decirte, Olivia. Siempre logras sorprenderme, una y otra vez- se quitó los lentes la profesora de literatura y la miró con una enorme sonrisa.- sé que no lo haces por la calificación, pero tienes una A+. 

-Muchas gracias. Que tenga lindo día, profesora Miller -sonrió ella y se retiró del salón. 

Era la última hora de la jornada estudiantil, por lo tanto se iría a casa y con una muy buena calificación. Su abuela estaría muy feliz por ello. Quizás se emocionaría, como siempre lo hacía cuando le leía sus producciones. 

Felicita solía decirle que Angélica, su madre, escribía muy bonito desde que era una niña y que siempre disfrutaba de oírla recitar sus poesías. Producto de leer obras de escritores tan reconocidos por tener una poética tan hermosa, había adquirido el sentimiento por la literatura. Olivia misma lo sabía, ya que a la hora de dormir siempre le contaba historias maravillosas pero que jamás tenían un final. Debía esperar hasta la siguiente noche para saber que pasaría, aunque la realidad era que, ahora, se había quedado sin historia y sin su autora. Quizás sería tiempo de que ella lo hiciera...

Al llegar se encontró con su abuela en el living tocando una melodía que conocía, "Let it be" de los Beatles, y vaya que lo hacía bien. Ella sonrió al oírla y se sentó a su lado. Felicita la miró con una sonrisa de lado y volvió a empezar para que se uniera al canto.

 When I find myself in times of trouble
Mother Mary comes to me
Speaking words of wisdom

Let it be

And in my hour of darkness
She is standing right in front of me
Speaking words of wisdom
Let it be

Let it be, let it be, let it be, let it be
Whisper words of wisdom
Let it be

And when the broken-hearted people
Living in the world agree
There will be an answer
Let it be.

(...)

-Hace mucho no tocabas el piano, abuela -dijo Olivia y tomó un sorbo de café- pero sigues espléndida.

-La práctica jamás se olvida, Oli -sonrió Felicita- deberías aprender.

-Quizás -hizo una mueca- aunque será complicado porque no tengo mucha paciencia.

-Aprenderás a tenerla -rió su abuela.- por cierto, ¿cómo te fue con tu poesía?

-Una A+ -le comentó orgullosa- igual tendrás que esperar un tiempo para leerla, porque creo que aún no tiene su final.

-¿Sabes que estoy muy orgullosa de ti? -sus ojos brillaron y Olivia acarició su mano.- cada día más, pequeña Oli.

-Me lo dices todo el tiempo, abue. Yo también lo estoy de ti. Vienes cuidándome desde siempre y en verdad lo valoro. Te quiero.

-Yo más, hermosa.- la abrazó dulcemente.

(...)

Louis colgó su bolso en su hombro y partió hasta su casa, feliz por haber sido aceptado para el equipo de baloncesto. Había sido una mañana larga para él, llena de cálculos matemáticos y experimentos químicos. Demasiado aburrido para su gusto, pero por fin terminaba.

Al llegar a casa se encontró con los pequeños y revoltosos de sus hermanos, dando vueltas por todo el living y siendo perseguidos por una de las hermanas del medio, Phoebe.

-Voy a asesinarlos si no me lo dan ahora mismo -amenazó ella a los gritos y corrió a Ernest por toda la sala. Aunque era inútil porque el niño era veloz y lograba escabullirse con facilidad.

-¡Hermano oso! -se aferró a su pierna Doris.

-¿Qué pasó aquí? -Louis la cargó en sus brazos y ella señaló a Phoebe.- ¿qué le hicieron?

-El conejo blanco se llevó su móvil y cree que fuimos nosotros -le susurró con miedo y él rió ante sus ocurrencias.

-Oh, ¿tú viste al conejo? -le preguntó y ella asintió- ¿y sabes a dónde se fue? -negó.- está bien, ve a la cocina y yo soluciono el problema, linda. -le dijo y la bajó de sus brazos. Ella sonrió y se dirigió a la cocina dando pequeños saltitos.

-¡Te tengo! -gritó Phoebe y atrapó al rubio, que forcejeaba con ella.- estás frito, enano.

-Phoebe, suéltalo -le pidió Louis y ella lo miró con furia- ahora.

-¡Él escondió mi móvil!

-Doris me dijo que el conejo blanco se lo llevó -dijo divertido él pero a ella no pareció darle gracia, aunque soltó al niño.- Ernie -lo miró- ¿sabes a dónde se fue? -negó- Ernest -lo miró serio.

-El conejo blanco me dio ordenes de callar -se posicionó como soldado y Louis ahogó una carcajada.

-¿Ves lo que hace? -dijo molesta y su rostro se tornó rojo de furia- es obvio que él lo tiene.

-Ernie, si no me dices ya donde está el conejo blanco tendré que llamar refuerzos para ocuparse de esto. Y sabes que el abuelo tiene atillería pesada -se arrodilló a su altura y el niño rodó los ojos.

-No le tengo miedo.

-Ernest, el móvil, ya -dijo serio y nuevamente rodó los ojos.

-No puedo.

-Ugh, ME DAS EL MÓVIL O TE ASESINO, DEMONIO -Intervino en la disputa Phoebe.

-¿Qué son esos gritos? No me dejan estudiar, imbéciles -se quejó Daisy- tu estúpido móvil está en la caja de arena, no me preguntes como llegó allí.

-¡Traidora! -gritó Ernest- ¡Retirada, retirada! -corrió a la cocina.

-¿Lo vés? Problema solucionado -sonrió el de los ojos azules pero su hermana rodó los ojos.

-Sabes bien que lo hizo él, Louis.

-Lo sé, pero déjalo. Es un niño y adora hacer travesuras. Tú también las hacías.

-Estoy harta de sus bromas.

-Ay no seas amarga, lindura -le apretó la mejilla y ella le golpeó el hombro.- vamos, recoje tu móvil y ve a la cocina. Voy a preparar el almuerzo.

-La próxima lo golpeo, que te quede claro -dijo ella y Louis rió.

Amaba a sus hermanos con todo su corazón, sus peleas y pleitos. Le recordaban tanto a su infancia y las bromas que solía jugarle a sus hermanas menores, Lottie y Felicite. Los regaños de su madre que terminaban siempre en un suspiro, ruedo de ojos, y sonrisa, agregando un "no puedo enojarme contigo, Lou".  Ernest se asimilaba a él, aunque su cabello fuera color rubio y su astucia superior. Le sorprendía la imaginación de aquel niño y su capacidad de darte vuelta la casa en dos segundos. Era un pícaro, como solía serlo él.

El almuerzo se pasó entre risas ante las anécdotas de Doris sobre su mañana en el kinder y los chistes de Ernest. Phoebe y Daisy parloteaban muy entretenidas sobre el baile de fin de curso  y debatiendo quienes serían sus parejas esa noche, aunque siempre en código para que el mayor no se enterara. 

Al terminar cada uno lavó lo suyo y se dispersaron en la enorme casa. Las gemelas habían subido a sus cuartos y los pequeños a la sala de juguetes.
Louis permaneció en su cuarto unos minutos con su libro de "Romeo y Julieta" en mano. Sonrió al recordar a Olivia y su gran susto al ver que no se encontraba sola en la biblioteca. Pensó en sus mejillas sonrosadas, sus ojos asustados, y en que casi le dio un infarto, pero no pudo evitar creer que aún así seguía luciendo hermosa, incluso podría decir que tierna. Le sorprendía también que ella invadiera tanto su cabeza y lo alborotara de esa manera. No era nada prohibido pero ¿qué razón había para hacerlo? La conocía hace muy poco y ya lo volvía loco.

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2019 ⏰

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Malibú- Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora