Si tu te vas

1.1K 101 29
                                    

Revisó las maletas por tercera vez y todo parecía estar completamente en orden, sin embargo, ella seguía sintiendo que algo le faltaba, no estaba segura de qué era, pero presentía que era algo importante.

Recorrió toda la habitación con su mirada y vio mal colocada la fotografía de su boda. Caminó hacia ella y tomándola entre sus manos la observó con detenimiento. Sintió un vacío en su interior y un dolor le envolvió el pecho. Sí, tal vez eso era lo que realmente le faltaba: la ilusión y las ganas que tenía cuando se casó, de pasar el resto de su vida junto al hombre que su corazón había escogido.

No entendía que había salido mal. Se había casado con el hombre que amaba y que la amaba, entonces ¿por qué habían llegado a ese punto sin retorno? Una lágrima solitaria recorrió su mejilla.

— ¿Vas a llevarla contigo? — escuchó la voz de su aún esposo a sus espaldas.

— No. — respondió sin vacilar, pero con una opresión en el pecho.

Dejó la fotografía sobre el buró y se limpió las lágrimas del rostro antes de dar la vuelta y enfrentarlo.

— Serena ¿Estás segura que estamos haciendo lo correcto?

La pregunta la tomó por sorpresa y aunque intentó responderle no pudo. ¿Realmente era lo correcto? Quizás no, la verdad no estaba segura, pero de lo que sí estaba segura era de que se trataba de la mejor opción, no podían seguir dañándose más.

Se giró sin responderle, empezando a caminar hacia la salida.

— Quédate. — escuchó de nuevo a su esposo— Solo esta noche. —Pidió al tiempo que avanzaba hacia ella y la tomaba de la cintura— Durmamos abrazados, sin connotaciones sexuales, cómo solíamos hacerlo cuando éramos novios ¿Lo recuerdas, Serena?

¿Si lo recordaba? Sí, lo hacía y eso le dolía. Habían sido mejores tiempos, tiempos felices, llenos de ilusión y de planes, pero ¿estaría bien regresar al pasado?

— Yo... debo irme. — contestó sin mucho ánimo y sin deshacer el abrazo con el que él la tenía sujeta.

— No, no debes. —la abrazó más a él, sintiendo la calidez de su cuerpo, aspirando la dulzura de su aroma— Sólo está noche... por favor... no pido más.

Trataba de resistirse pero no podía negarse a sí misma, ella también lo necesitaba. Sería una despedida digna para un amor como el que ellos compartían— Está bien— consintió.

.

.

.

A la mañana siguiente Darien despertó y la rubia ya no estaba en la cama. De inmediato se paró y comenzó a buscarla por toda la casa sin ningún éxito. Sintió su corazón resquebrajarse cuando entendió lo que pasaba. Ella se había ido.

No pudo evitar viajar al pasado, hasta hace cuatro años, para ser exactos a el día de su boda.

— Y ¿Tendremos muchos hijos?

Había preguntado la rubia con ilusión, después de que él le dijera que no veía la hora en que viera su pancita hinchada por su simiente.

— Muchos, ya te lo había dicho. — respondió sin vacilar.

Lamentablemente los niños nunca llegaron. Visitaron a innumerables médicos y especialistas. Todos coincidían en que ninguno tenía problemas para concebir, pero a pesar de estar sanos ambos, los hijos no habían llegado. Fue en ese momento cuando su matrimonio comenzó a fallar.

Si tu te vasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora