Soldier Moon

Capítulo I: Cenit Lunar

Admiramos las luces del cielo que iluminan la noche. Algunas brillan más que las otras, vislumbran el alma de cada ser presente en esta hermosa Tierra, que desde hace millones de años alberga las más grandes legiones de guerreros de la Vía Láctea. La Tierra, aquél gran planeta que tan sólo es un punto ínfimo en el universo.

Los príncipes guerreros del sistema solar se distinguen por su capacidad de lucha y por su desenfrenada preocupación para defender a sus súbditos. He allí la admiración de los habitantes de La Tierra por la Luna, donde habita su príncipe protector cuyo único deseo es el de un amor imposible.

-¡Oh no! Ha sido otra vez ese sueño – dice Steven, alterado debido al fuerte sonido de su reloj despertador – rayos, son las 6:45, voy muy tarde.

Aún con un rastro de sueño, Steven se viste con el uniforme de la escuela y sale rápidamente. Al llegar a la sala de estar consigue a Merry, la esposa de su padre, quien lo ha criado desde que tenía cinco años de edad, tiempo después de que su madre muriera en un extraño accidente de autos.

-La alarma del despertador ha estado sonando por más de veinte minutos –dice Merry mientras toma una deliciosa taza de café – tu padre ya partió a su despacho, tendrás que ir a la escuela en bicicleta.

-¿Se fue sin mí? Oh, no puede ser, la profesora Fling se pondrá furiosa, no admite los retrasos, me voy, adiós.

-Aguarda un momento, ¿te has desvelado nuevamente jugando videojuegos?

-No madre, anoche fui a la cama temprano. Últimamente he tenido sueños extraños que no me han dejado descansar.

-Después me contarás de esos sueños, es mejor que vayas de prisa antes de que se te haga más tarde. Recuerda que esta tarde a las 2:00 vendrá aquél periodista a hacerte esa entrevista para la revista.

-¡Oh no! Lo había olvidado. Está bien mamá, adiós.

Rápidamente Steven toma su bicicleta y en pocos segundos ya está en las calles de Zimbel a toda velocidad. Zimbel es una ciudad grandiosa y acogedora, a pesar de ser muy grande y llena de vida. El concreto de sus grandes edificios se mezcla con el carmín de las flores que adornan sus calles en el apogeo de la primavera. Steven se siente muy a gusto en la ciudad, siendo el hijo del alcalde, es un chico muy sociable, aun así, sigue siendo un adolescente de 16 años en primer año de preparatoria muy normal.

-Señor Brand, ha llegado nuevamente treinta minutos tarde. Se quedará después de clases limpiando el laboratorio – dice la profesora Fling realmente enfadada frente a toda la clase.

-Profesora, lo siento mucho, no volverá a suceder, por favor no me deje más tiempo aquí – implora Steven por un poco de clemencia.

-En lo absoluto, ya sus retrasos son muy comunes. Diríjase a su módulo, está perdiendo tiempo valioso en su experimento.

Resignado, Steven empieza con su experimento. Consistía en diseccionar una rana y después hacer un informe acerca de sus observaciones. Steven realmente odia las ciencias, pero odia más a lo profesora Fling.

-Estúpida vieja, ¿cómo puede castigar a un joven guapo como yo? Solo se es joven una vez, desearía divertirme más – refunfuñaba mientras veía a su amada profesora leer la famosa revista "Jóvenes de hoy" – claro, seguramente analiza las costumbres de los jovenes para idear nuevas formas de torturarnos. Hmmm el periodista de esa revista me entrevistará hoy, ¿qué preguntas me hará?

En tan solo un instante, el cielo se puso gris y cayeron truenos del cielo. Steven odia los truenos. De repente, un intenso frío lo invade, un frío que surge desde lo más adentro de su alma. Levanta su mirada del escritorio para ver hacia la ventana y consigue a un conejo blanco que lo observa intensamente. Sus ojos eran del mismo color verde de las aceitunas, tan brillantes como el agua más clara de los lagos del parque metropolitano de Zimbel expuesta a la luz del Sol, aunque lo más llamativo de ese intrigante conejo era una mancha amarilla en su frente con forma de croissant, o al menos eso pensó Steven cuando lo vio.