Me enamoré de un buen chico.
Con el alma rota y el corazón entrelazado a las espinas de una rosa.
Se sigue pinchando con ellas una y otra vez.
Él cree en el tiempo.
Yo creía en él.
Mis manos querían ayudarlo.
Pero me dolía.
Su sangre y la mía se mezclaban, y seguía sin mirarme a los ojos.
Decidí dejarlo ahí.
Porque me enamoré de él.
Pero no de las espinas de aquella rosa.
Aquella rosa que lo mantendría atado toda la vida.
Y que me lastimaria a mi cada segundo que estuviese a su lado.