Las creencias
Soy tímido. Soy inseguro. No creo en mis capacidades. La verdad, me miro en el espejo y no me gusta lo que veo. No soy feo, pero no me creo bonito. Las demás personas piensan que soy amargado porque trabajo en una panadería. Tengo un turno de ocho horas. No salgo a ningún lado, mi vida es muy rutinaria: salgo de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. No tengo amigos, no me importa porque, la verdad, es poca la gente que me agrada, pero trato de agradarles. Soy muy poco sociable. Me preocupo por el qué dirán. Le temo al cambio, porque no sé si les agradará a las demás personas.
Tengo 22 años. No tengo novia y creo que nunca voy a tenerla debido a mi forma de ser. Nací en 1994, el 24 de marzo, en un pueblo de Antioquia llamado Marinilla. No se nace con complejos, pero con el tiempo uno los va adquiriéndolos, gracias a la sociedad y todo lo que nos rodea. Recuerdo que desde que tenía 5 años ya me había creado algunos prejuicios, era muy inseguro. Me comparaba con los demás, con mi hermano, con mis primos y amigos a ver cuál era más bonito. Quería ser el más bonito. Me daba vergüenza saludar, porque una vez iba con mi hermano para la casa y un vecino saludó y no era para mí el saludo, sino para mi hermano. Me dio vergüenza porque me equivoqué pensando que me saludaba a mí. Temía a equivocarme. Temía a que las demás personas se dieran cuenta de mi debilidad, de mis miedos... temía al cambio. Temía que a las demás personas, no les gustara mi cambio.
Esa era mi forma de pensar, pero todo cambio. El cambio no fue de un dia o una semana, fueron meses en los que cambie mis creencias. Pensaba tanto que me di cuenta de un gran complejo. "el complejo de no tener complejos" siempre tenemos algo que ocultar, algo que no querremos que nadie se enterré y que en ocasiones fingimos que no le tenemos miedo.
Tenía muchas ideas de muchas personas, de mis familiares, la sociedad, televisión... todas ayudaban. Las creencias como Dios, lo que tenía qué hacer en la vida para que me fuera bien. Era muy callado, solitario. A mi papá no le gustaba que fuera así, por eso me llamaba la atención. Hablaba poco. Siempre escuché que las personas trigueñas eran más bonitas. Por eso quería ser más moreno. Mi padre también había sido una persona muy tímida, y decía que era porque de pequeño hablaba poco y poco sociable. Porque era inseguro, por eso mismo me llamaba la atención, porque no quería que yo repitiera lo mismo. Debido a tanto regaño empecé a ser más sociable y a hablar más para darle gusto a mi padre.
Hubo muchas personas que se habían ido de Marinilla para las ciudades a montar panaderías. Porque era un arte muy rentable y en verdad que lo era. Mi padre no lo hizo así porque le daba miedo. Porque que para montar una panadería necesitaba de mucho dinero. Él tenía el dinero, pero le daba miedo perderlo. Le había costado obtenerlo y a veces estos negocios fracasan por mala administración o porque a veces no sabían nada sobre la panadería. No sabían hacer un pan, un buñuelo, no sabían del funcionamiento de la panadería. Y él decía que ya tan viejo no aprendía. Él mismo se decía viejo. "Para aprender es más fácil para el joven, se necesitaba ser joven, para aprender". Él mismo se negaba la oportunidad de salir a delante, aunque lo quisiera mucho, prefirió trabajar duro. Hasta que sus hijos fueran grandes y ponerlos a trabajar en esta clase de negocios. Así que nos metió a mi hermano mayor y a mí en el negocio de la panadería por los ojos ya que a los llamados marinillos les iba muy bien. En unos años la gente conseguía muy buen dinero. Montaban varios negocios y la economía mejoraba rápidamente.
El año siguiente entraba a primero de primaria, estaba muy asustado para ir a la escuela, pero a la vez feliz. El primer día de escuela, la profesora nos puso bailar en el salón, niños y niñas, con música infantil. No queríamos bailar, así que dijo que iba a dar un premio a los que mejor bailaran. Yo quería el premio, pero era más la pena que me daba bailar. Así que no quise salir a bailar porque la mayoría de mis compañeros no salían. La profesora decidió sacarnos casi a la fuerza, pero yo casi no me movía. Solo movía las manos, mientras el resto del cuerpo estaba quieto. El que ganó no sabía bailar, pero al menos seguía a la profesora. No me dio vergüenza porque al final el ganador fue uno y los que perdimos fuimos muchos.
Para el 24 de marzo del 2004, el día que cumplía 10 años, había tratado de ser más sociable con mis amigos y familiares. Lo más duro era intentarlo con los adultos, sentía que me rechazaban siempre, yo lo hacía por mi papá, pero ya no quería seguir fingiendo. Mi papá quería que fuera más hablador, más extrovertido, más alegre... Pero yo era amistoso con mis amigos de estudio o con mis primos. Con los mayores o familiares, era más bien callado. Cuando hacían una reunión familiar o cuando iban amigos de mi papá a la casa mi hermano, los saludaba con más seguridad. Eso era lo que quería mi papá, pero no me sentía bien, así que los ignoraba o me escondía y empecé a ser más callado, aunque esta vez hasta con mis amigos de estudio. Estaba en quinto de primaria, ya me daba pena salir a exponer en clases, aun cuando los conocía a todos, seguía sintiéndome incómodo. No me gustaba el fútbol, mientras que a casi todos mis amigos sí. Todos hablaban de fútbol a diario, quiénes jugaban en el próximo partido, cómo estuvo el último partido, etc. pero a mí no me gustaba, aunque me los veía en casa, por si acaso alguien del salón me preguntaba. No quería quedar mal.
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complejos de un joven
Teen FictionEl protagonista de la novela, desde una edad muy temprana, empieza a tener una multitud de complejos que, además de repercutir en su personalidad, tienen mucho peso en su vida cuotidiana. El joven Álvaro se siente inseguro consigo mismo: no se ve at...