Un buen chico

36 2 2
                                    

Luna, amiga mía, compañera. Sabes que puedes contar conmigo, aún cuando todo ande mal en mí, aún cuando sienta que es el fin, aún cuando sienta que todo de mí no sea mío.
Y quiero que hagamos un trato, que ahora pueda yo contar contigo.
Es tan lindo saber de ti, saber que existes.
Me siento viva sabiendo de tí,
Y cuando siento esto, me siento feliz.

Ahí estaba él, tratando de brincar a mi techo, parecía nervioso, nunca lo había hecho; saltar los techos. —No pasa nada— le dije sin mirarlo, estaba concentrada mirando esa luna tan hermosa, tan grande, tan redonda.
Saltó.

—Hola ¿Azul?
—Hola Gus, acércate, aunque digan que muerdo no lo hago.– Dudó hacerlo, pero le insistí que se acerque, necesitaba compañía–. Ven, acércate tonto.
—¿Y qué tanto haces aquí?
—¿Ves aquella luna? Pues le canto –Pero a veces, le digo mis sentimientos o cosas que escribo–
—¿Le cantas? ¿Alguna razón?
Le expliqué mi razón, lo hermosa que es y nadie se percata ni disfruta su resplandor. Guardamos silencio, un gran y estremecedor silencio, hasta que hizo la pregunta de "la falla" y luego la de si era feliz... Es un maldito estúpido como los demás chicos. No supe que contestar, no sé si en verdad soy feliz...
—Pretendo serlo Gus.– miré la luna, estaba hermosa.–  Obsérvala, es hermosa.

Guardamos silencio nuevamente, estaba fascinada con la luna de aquella noche. Él parecía disfrutarlo, pero comenzó a bostezar. Quizá no es un buen chico, quizá sólo está aquí por lástima y luego querrá lastimarme cómo los demás.
Bajé a mi cuarto. Cubrí mi rostro con mi almohada, lloré y quedé dormida.

No me dí cuenta que desde esa noche, Gus y yo seríamos grandes amigos. Sería mi único amigo.

La noche siguiente estaba él ya esperándome en el techo, traía consigo un poco de té negro y sin saberlo, acertó en mi más profundo deseo.
Aquella noche no había luna, tan sólo estrellas en un cielo nublado, tan sólo dos chicos bebiendo tecito helado.

—Si pudieras hacer algo ahora mismo ¿Qué harías?.–Dijo Gus dando sorbitos al tecito.–
—¿Lo que sea?.–Asintió.– Me encantaría navegar por ahí, tener un barco, no muy grande, uno pequeño, como una barca. Creo que sería lindo ir recorriendo el mundo así, de puerto en puerto, de río en río. Conociendo lugares y personas. Empezar de nuevo. Pero quizá me devore un tiburón .–Solté una carcajada.– o algo peor, no lo sé.
—Lo haces.
—¿Qué cosa? ¿Qué hago?
—Navegar.
—Mmm... No entiendo
—Sí, mira. Navegamos en esta barca llamada vida, sobre estas aguas traicioneras, a veces tranquilas y de repente turbias. Y nosotros somos los marineros encargados de que la barca jamás se hunda, si no que continúe su travesía. Y llegaremos a tierra firme gracias a nuestro querido capitán destino.

Esas palabras me dejaron asombrada. Gus, un poco profundo, un poco poético, un poco melancólico. Se ve que tenía  muchas cosas por contarme aún. Me agradaba. Él y la amistad de un sólo día que habíamos formado ya. Con tanta confianza y honestidad.
Esa noche deseé que la siguiente fuera así de buena, junto a él.

Marineros de la noche estrellada [Azul#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora