LA PARADA A-25

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¿Cómo empiezan las pesadillas? ¿Una película o novela de terror? ¿Una mala digestión? ¿Una mala conciencia? ¿O por algo mucho más sencillo...?

¿Quizás un gesto...? 7:15 A.M. Samuel Claymore, tras desayunar un par de tostadas con mermelada, un huevo revuelto y una taza de café bien cargado, todo ello preparado por Etta, su esposa, sale de su casa y se encamina a la parada del bus, que, como cada día, ha de llevarle a su lugar de trabajo, en un pequeño banco, donde, desde hace cinco años, ocupa un puesto de cajero. Saluda con un leve gesto a las tres personas, que, como él toman el autobús que les llevará a su puesto de trabajo. 7:30 A.M.

Samuel Claymore se acomoda en su silla al otro lado de la ventanilla del banco, y prepara su mejor sonrisa, tan auténtica como los Diarios de Hitler, dispuesto a escuchar las mil y una quejas de los clientes. 14:30 P.M. Samuel Claymore recoge sus cosas y vuelve a la parada del autobús. 14:45 P.M. Samuel Claymore vuelve a sentarse en el último asiento del bus, mientras cierra los ojos y piensa en cómo pasará la tarde. 14:55 P.M. Como todos los días, al autobús pasa por varias paradas, cinco en total, en las cuales suben y bajan pasajeros, en todas menos en una, la parada A-25.

Desde hace años ninguno de los pasajeros habituales del autobús, incluido el protagonista de nuestro relato, recuerda haber visto a nadie en la parada, tanto es así, que el conductor del vehículo ni siquiera disminuye la velocidad cuando pasa por la misma. Sin embargo, ese día, para sorpresa de todos los ocupantes del bus, alguien se halla sentado en el banco de metal. Mas, el vehículo, acostumbrado a no detenerse en la A-25, ni tan sólo aminora la velocidad, pasando de largo.

Y es entonces cuando todo cambia para Samuel Claymore, quien lentamente, se gira en su asiento y, con una sonrisa en los labios, alza su dedo corazón, al tiempo que murmura. -¡Jódete, amigo! Así es la vida. 15:00 P.M. Claymore llega a su casa y, tras saludar a su esposa y darse una ducha se sienta a comer. Es viernes, todo un fin de semana para disfrutar de la agradable compañía de su mujer. Y Samuel Claymore se olvida, durante esos dos días, de su puesto en la ventanilla del banco, de los clientes, de todo, menos de una cosa... -¿Qué te pasa, querido? -Etta entra en la sala de estar llevando en una bandeja dos cervezas frías-. Llevas todo el día como ausente.

Es sábado por la tarde. -No..., nada -Samuel dedica a su esposa una sonrisa y una mirada perdida. -¿Seguro? -Etta se pone tras su marido y, con gesto cariñoso, le masajea los hombros. -Gracias. -¡Uh, estás muy tenso, amor mío! -Etta, con aire preocupado, se acuclilla frente a su marido-. ¿Me vas a decir qué te pasa? -N-no me pasa nada -su marido se inclina hacia delante en el sillón, y besa suavemente a su esposa-. En serio cariño. No te preocupes más.

Etta se incorpora y se aparta de su marido con el semblante sombrío. -Samuel, he hablado con el Doctor Parker. Al oír esto, Claymore se incorpora lentamente y se acerca a su mujer. -¿Estás segura de ello, Etta? ¿Y los riesgos? Recuerda... -¿Crees que no tengo miedo? -Ella se abraza a su marido y apoya la cabeza sobre su hombro-. Pero... Tengo treinta y siete años, dentro de un par o tres, el riesgo de que nazca con taras será casi insalvable. -¿Lo has meditado detenidamente? -Samuel acaricia los negros cabellos de su esposa-. ¿Qué dice el doctor Parker? -Me ha asegurado que, si sigo todas sus recomendaciones, podemos reducir los riesgos de un nuevo aborto hasta un setenta y cinco por ciento.

-De acuerdo -Samuel, con gesto resignado, se encoge de hombros, al tiempo que esboza una leve sonrisa... Más, ni eso, logra apartar aquello de su mente. 5:25 A.M. Madrugada del sábado al domingo. Reina el silencio en la casa de los Claymore. Pero Samuel Claymore no puedo dormir... Domingo por la tarde. -¿Quieres parar de una puta vez? -Fuera de sí, Claymore se encara con su esposa que, aprovechando la tarde dominical, ha decidido pasar un poco la aspiradora. -¿Se puede saber qué demonios te pasa? -A punto de romper a llorar, Etta deja caer el tubo de la aspiradora y sale del cuarto de estar. Cinco minutos más tarde, su esposo abandona la casa. No regresará hasta muy entrada la noche. 1:00 A.M. Samuel Claymore se desviste en la silenciosa oscuridad del dormitorio.

Sonríe de forma extraña. 7:15 A.M. Lunes por la mañana. Samuel Claymore besa a su esposa y, tras desayunar, sale de casa camino de la parada del autobús. 7:45 A.M. Samuel Claymore se sienta en su silla, preparado para aguantar a los clientes. Sonríe de forma extraña. 14:30 P.M. Claymore recoge sus cosas y sale del banco, camino de la parada. Sonríe de forma extraña.

14:45 P.M. Se sienta en el último asiento del autobús. Como siempre. Sonríe de forma extraña. 14:55 P.M. El autobús se acerca la parada A-25 y se detiene. -¿Va a subir? -El conductor abre la puerta y se dirige al hombre sentado en el banco de metal de la parada. -¡S-sí! -El hombre se levanta y, con paso titubeante, sube al bus-. El viernes pasado no me dio tiempo a subir. Hace poco que vivo en la zona y... -Tranquilo -el conductor le dedica una amistosa sonrisa mientras le entrega el billete de autobús-, lo cierto es que nos sorprendió ver a alguien en la parada, por eso no nos detuvimos. El hombre asiente con la cabeza y camina por el pasillo del vehículo en dirección a uno de los asientos libres del mismo.

Y, entonces como en una pesadilla a cámara lenta, sucede. 14:57 P.M. Samuel Claymore se alza de su asiento al final del bus. Empuña una automática. -¿Es que no sabes soportar una broma? -Y ante el horror de todo el pasaje del autobús, abre fuego sobre el pasajero nuevo...

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