Little Mango

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El sol solía entrar por su habitación. Era la única que luz que podía ver en ese entonces, porque el resto era todo oscuro y no le veía un fin o un principio. Le alegraba poder ver aquellos rayos, sentirlos, adoraba la sensación y la agradecía también.

Mientras disfrutaba de aquella maravilla de la vida, su madre entró sin previo aviso al lugar. Su rostro denotaba cansancio, estrés, molestia. Renjun se preguntabas interiormente qué era lo que había sucedido para que se pintara aquella expresión, pero prefirió callar y no preguntarle. No quería molestar más.

—Tuve que reducir a tu abuela a una mujer que no tiene una vida. —Dijo finalmente, usando un tono seco y frío. Distante.

—¿Eh?

—Ella te va a cuidar hasta que consigamos al reemplazo de Barbara. Es difícil encontrar a alguien. —Suspiró y llevó sus manos a los lados de su cabeza, procedió a rascar su nuca furiosamente. —De verdad, ¿sabes lo que hiciste? La perdimos por tus caprichos, ¡y ahora tenemos que...! —Volvió a suspirar tras ver que la expresión y el cuerpo de Renjun comenzaban a tensarse. —Olvídalo. Solamente sé un buen niño, ¿quieres? Date cuenta del esfuerzo que los demás hacen. —Suspiró de nuevo.

Nuevamente, sin pensarlo siquiera una vez, Renjun asintió. Y entonces su madre salió de la habitación, dejándolo solo con el sol otra vez. Pero repentinamente su amigo del espacio dejó de hacerle sentir bien. Ahora se sentía culpable, totalmente culpable, su abuela seguramente tendría que dejar de lado su vida para hacer tiempo y cuidarlo. Todo a causa de emociones que en ese entonces no podía comprender en su totalidad, ni siquiera sabía que estaba enfadado con sus padres y, básicamente, la vida. Por eso creyó las palabras de su madre, pensó que fue gracias a un capricho suyo. Y eso estaba mal, no debía hacer caprichos. Eso era desobediente.

Quería disculparse, más que nada con Barbara, decirle que por favor regresara. Pero en el fondo estaba seguro de que serían intentos fallidos, si el fajo de billetes que sus padres le ofrecían no la convencía de regresar, ¿por qué sus palabras lo harían? Barbara, aunque fuera falsedad pura, tenía dignidad. Y no la perdería por un niño caprichoso de cuatro años. Renjun estaba consciente de eso.

Así que ahora se sentía mal consigo mismo. Tan mal como para poder alegrarse por los rayos del sol, como para mirar a sus padres a los ojos, como para aceptar gestos obligados de su abuela, como para salir de su habitación, como para existir en ese instante. Había sido malo, irresponsable, tonto. Barbara sí que era oro, y sus padres la perdieron por el bronce que era él. Eso era incorrecto.

Se sentó en la esquina de su cama, que estaba cubierta con una manta verde claro. Su posición usualmente era enderezada, claro que lo educaban de ese modo, sin embargo, se sentía tan triste y culpable que esto le dominó y le hizo jorobarse. Si su padre lo hubiese visto, lo habría regañado como si de robar se hubiese tratado. ¿Por qué todo lo que hacía y sentía estaba así de mal? ¿Por qué él estaba mal?

Era tan opuesto a su familia. Tenía deseos y principios distintos a pesar de su corta edad, pero afortunada o desafortunadamente ser un Huang fue lo que la vida le concedió. No estaba conforme, y se sentía enojado por eso.

¿Por qué muchas veces no sentía aquel amor hacia sus padres que la gente normalmente describía? Los respetaba, quizá les tenía algo de aprecio, pero jamás habría hecho algo que lo pudiese poner en riesgo. Cosa que muchos otros sí habrían hecho, «porque los padres lo valen.» había dicho alguna vez su profesora de francés.

Miró su caja de juguetes. Una de las tantas que tenía, y se preguntó porqué aún con eso no se podía sentir bien. Odiaba la sensación. Pero intentaba olvidarla con mango, porque le gustaba comerlo  y ensuciar su ropa, aunque eso también estuviese mal.

Abrió su puerta y caminó un poco por el pasillo hasta encontrarse con el mayordomo.

—Uhm... —Tomó entre sus manos los resortes que llevaba puestos. —Señor Evans, ¿puede traerme mango picado a mi habitación?

No.

Lo sabía. Esa siempre había sido su respuesta, no, porque era inapropiado comer dentro de la habitación. Y el señor Evans sabía perfectamente que el niño Huang terminaría cubierto en un amarillo pegajoso, lo cual también era inapropiado.

Abatido, regresó a su cuarto. No tenía intenciones de ir hasta el comedor por un simple mango picado, mucho menos cuando estaba tan avergonzado. Pero no importaba, encontraría alguna otra forma de saciar sus ganas de distraerse de aquello. Estaba bien.

Estaba bien.

[...]

Pasaron los días y Renjun logró salir vivo de ellos, su abuela había comenzado a cuidarle. No era tan malo y vergonzoso como pensaba, al menos su abuela sí que le dejaba ir a comer aquella fruta prohibida a la habitación. Con tal de no lidiar con él cara a cara todo el tiempo...

Afortunadamente había podido manejar bien sus incontrolables ganas de golpear. Tal vez porque se trataba de su abuela aquí, tal vez por el mango, tal vez porque su madre y su padre ya no estaban allí para hostigarlo por cada movimiento que hiciera, tal vez porque encontró un refugio en hablar solo.

El niño Huang, encerrado en su habitación, hablando consigo mismo para reconfortarse. ¿Quién esperaría eso? Era ridículo, pero también era la inesperada realidad que vivía. Y eso también estaba bien, con tal de no volver a sentir o hacer cosas incorrectas.

—Mi amigo William hoy comió pegamento por atsidente. —Contó alegremente, esperando por lo menos ver sonrisas forzadas en los rostros de sus padres y su abuela.

—Accidente. —Corrigió su padre. —No hables en la mesa. —Finalizó. Renjun, por-quién-sabe-cuántas-veces-más, volvió a asentir. Era un hábito suyo ya. Uno que adoptó en contra de su voluntad.

Y así, el hecho de que William comiese pegamento accidentalmente fue omitido totalmente. Pero el niño Huang no lo iba a permitir así como así; al terminar sus alimentos y programa de actividades, fue a contar el evento a su llena (y a la vez vacía) habitación. Rio para sí. Fue muy gracioso, y su familia ciertamente se lo perdía.

—Pero existe gente enojona y anargada.

‼️‼️‼️
+la historia, además de ser au, es atemporal, pero podrían imaginarla como una inglaterra de los años 50-60. uwu. aunque la historia no necesariamente sigue al derecho y al revés el estilo de vida de ese entonces.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE.

Little Prince [NoRen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora