Los guardianes del páramo

1-. El espadachín nevado

Tras la colosal confrontación que se libró entre titanes, quedó flotando en el aire una incertidumbre palpable entre los demás guardianes, una incertidumbre que se aferraba al corazón de todos, susurrando la inquietante pregunta: ¿Habrían perecido, acaso, tanto Ivens como Jorge? A pesar de que la sombra de la muerte parecía proyectarse de manera ineludible sobre ellos, la disputa persistía, alimentada por el enigma que rodeaba la misteriosa desaparición de James y Gabriel, quienes se habían fundido con los cuerpos de los líderes guardianes.

Desde aquel día fatídico, los caminos de todos los guardianes se dispersaron, como estrellas fugaces en el vasto firmamento. Joaquín encontró refugio en las gélidas montañas de Alaska, buscando consuelo en la majestuosidad de la nieve que todo lo abrazaba. Kevin, en cambio, se evaporó en el misterio, convirtiéndose en un enigma sin resolver para quienes le conocían, incluso rompiendo los lazos con Katherine, quien afrontó la desgarradora pérdida de su amor. Mientras tanto, Katherine eligió una vida de cotidianeidad y rutina junto a Xiomara, cuyo corazón, tras la tormenta de la tristeza, halló la fuerza para seguir adelante y, con sorprendente resiliencia, forjó un nuevo amor.

Por su parte, Daniela, ajena a las sombras que envolvían al grupo, se sumió en la senda del conocimiento, entregándose a sus estudios como devota discípula de la muerte, desafiando el destino con su determinación inquebrantable.

Cuatro años han transcurrido desde la última vez que cruzaron sus caminos, y en este nuevo presente, todo ha cambiado radicalmente. No obstante, el futuro aún guarda sus secretos, esperando ser desvelados.

En medio de un bosque congelado, Joaquín se adentraba en un reino de serenidad, donde los árboles alzaban sus robustos troncos como guardianes silenciosos. Con paso decidido, Joaquín se dedicaba a la tarea de recolectar leña para calentar su acogedora cabaña.

Mientras sus manos hábiles elegían los troncos adecuados, su mente divagaba hacia el inminente torneo que se avecinaba. Desde su separación de los guardianes, Joaquín había encontrado en los torneos un nuevo propósito, demostrando su destreza insuperable con la espada en comparación con sus oponentes. El choque de aceros y la danza marcial que protagonizaba eran un espectáculo que dejaba al público atónito. Nadie osaba enfrentarse a él sin sucumbir rápidamente ante su maestría.

Justo cuando Joaquín aseguraba el último tronco en su brazo, el eco de su teléfono rompió la armonía del bosque helado. Era la llamada de Misaki, un vínculo que aún perduraba en medio de su retiro y sus batallas.

Hola Maestro, veo que ya se acostumbró a llamar por teléfono y no salir en mi búsqueda.- Joaquin contestó con cierta alegría y respeto hacia Misaki.

Hola. Poco a poco me voy adaptando a este mundo de dispositivos y conexiones.- Misaki respondió con serenidad, reflejando su proceso de adaptación a las nuevas tecnologías

Joaquín, con una sonrisa cargada de ternura, no pudo evitar soltar una risa sincera al escuchar las palabras de Misaki. "Nuevas tecnologías", pensó para sí mismo, recordando sus intentos durante los últimos ocho años para dominar el uso del celular. Una ligera carcajada escapó de sus labios, un eco del cariño que sentía por aquella voz que le había acompañado en momentos de calma y batallas.

Jajaja, supongo que sí, maestro. Las nuevas tecnologías pueden ser un desafío, pero siempre me alegra escucharlo - respondió con gratitud en su voz.

Misaki experimentó una mezcla de sentimientos al escuchar las palabras de Joaquín sobre las nuevas tecnologías y lo agradable que era escuchar su voz. Por un lado, sintió una leve nostalgia por los tiempos en que su estudiante solía buscar respuestas en la naturaleza y no a través de dispositivos electrónicos. La idea de que Joaquín se estaba adaptando a un mundo que parecía alejado de su esencia original le conmovió. Sin embargo, también experimentó un profundo afecto y satisfacción al saber que seguían conectados a pesar de los cambios, y que podía contar con él en momentos de necesidad. La mezcla de melancolía y gratitud se entrelazaron en sus pensamientos mientras continuaban la conversación.