¿Cereal?

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Los párpados del joven de rizos verdes batallaban ferozmente por permanecer abiertos. Después de una agotadora jornada de trabajo, Midoriya Izuku paseaba por los largos pasillos del supermercado faltando poco para las diez de la noche.

De no ser por lo vacío que se encontraba su refrigerador y lo harto que estaba de las sopas instantáneas, no habría persona sobre la faz de la tierra que le convenciera de ir a la tienda a esas horas. Pero sabía que de no ir al supermercado el mismo día de pago, terminaría posponiendo sus compras semana a semana hasta terminar desperdiciando el dinero en otra cosa. Tal como y le ocurrió este último mes.

Aunque claro, no es como si la llamada repentina de su madre informándole que le visitaría este fin de semana hubiera apresurado sus compras. En absoluto.

Durante su última visita, la pobre mujer se vio angustiada por el deteriorado estado del apartamento de su hijo. Habían pasado seis meses desde que su pequeño Izuku comenzó a vivir solo a unas calles de trabajo. Sabía cocinar y realizar las tareas del aseo. Sin mencionar que se trataba de un chico ejemplar al que sus compañeros y jefes querían y respetaban. Pero la naturaleza trabajadora de su hijo solía representar un problema cuando este ponía sus responsabilidades por encima de su salud.

Midoriya era despistado en muchos aspectos. Inko creía que sin un buen ojo que lo vigilará, tarde o temprano recibiría la trágica noticia de que su hijo colapsó en su oficina por el cansancio y jamás volvería a despertar. Sobraba decir que era bastante dramática, aunque ella tenía sus motivos.

Para empeorar las cosas, llevaba tres meses desde que cortó con su exnovia y día y hora en la el que no había reunido el coraje para contarselo a su madre. La linda chica solía tener una relación muy buena con su ella, al punto en que su suegra lanzaba continuas insinuaciones a su hijo para llevar las cosas al siguiente nivel. Sin embargo, la pobre Inko no se hacía a la idea de la crisis por la que pasaba su hijo en aquellos momentos al descubrir que su relación no funcionaba.

No porque el y su novia se llevaran mal. Tampoco existía un problema de infidelidad o falta de comunicación. El problema, era que Midoriya no se sentía físicamente atraído a ella. Ni a ninguna otra chica.

Cuando se enteró, las cosas terminaron desmoronándose por sí solas.

A pesar de ello, su relación no terminó con tan mala cara como esperaba. Fue una sorpresa bastante inquietante. Para ambos, claro está. Pero Yaoyorozu era una chica muy dulce y comprensiva y lo tomó de la mejor manera posible. Todavía hoy en día permanecían en contacto. Como amigos, o algo por el estilo.

El resto de sus amigos cercanos no se lo tomaron a mal, lo cual fue un gran alivio para él. Los meses de estrés al imaginarse perdiendo sus amistades por algo como su sexualidad le robaban el sueño en las noches. Estuvo tan contento al ser aceptado por ellos que incluso lloró.

Desde entonces, sus compañeros de oficina y mejores amigos ansiaban el día en que su pequeño Midoriya hallará el amor. Uraraka solía bromear durante sus salidas señalándole hombres guapos e incitándole a dar el primer paso. Pero si ni siquiera con las chicas se le hacía fácil, ¿cómo pretendía que se le acercará a cualquier hombre desconocido y él, siendo un hombre lo invitará a salir? Las cosas no eran tan simples.

"¡No lo sabrás hasta que lo intentes! ¿Quién sabe? Quizá en el momento menos esperado encuentres a tu media naranja".

La ingenuidad de su amiga lo conmovía.

De todas formas, podía pensar en eso de buscar pareja cualquier otro día. Ahora, su mayor preocupación era encontrar todo lo de su lista de compras y marcharse a casa. No tenía ánimos para perder un minuto más en el supermercado.

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