LA PRESA Y EL DEPREDADOR

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Eran las once de la noche, y el ultimo tren saldría de la estación más próxima a su trabajo de DongHae en menos de media hora. El joven de 23 años. se asusto al mirar el reloj de la pared de la sala de descanso en la que se encontraba y se levanto apresurado, juntando todos los papeles de algunos diagnósticos que estaba estudiando y metiéndolos sin delicadeza dentro del prime cajón de la mesa que usaba. DongHae corrió rápidamente hasta el vestuario para darse una ducha y cambiarse la ropa blanca por alfo mas casual.


Cuando salio corriedo sin aliento por los pasillos, diciendo un breve <<hasta lunes el lunes!>>

 nadie se molestó ni en mirarlo. Los demás enfermeros no lo apreciaban, aunque él trabajase duro y siempre fuese el único entre sus compañeros de enfermería que hacía turnos de casi 18 horas al día en el hospital en el que trabajaba.

Aunque sólo estuviese en período de prácticas.

El guardia de seguridad que estaba fuera del edificio se despidió con un «buenas noches» cuando el joven chico pasó junto a él, corriendo con un pequeño pastel metido en la boca y una botella de agua en la mano. DongHae corría sin parar para tomar aire, ya que el tren jamás esperaba a los que llegaban tarde. Y en caso de que perdiese el último tren, tendría que dormir en la propia estación o ir caminando hasta su casa.

Y ninguna de las dos opciones le parecía buena.

Eran las once y media de la noche cuando DongHae entró en el túnel subterráneo que llevaba a la estación de tren. Corría deprisa, con la mochila colgando pesadamente, tirando de él y haciéndole perder el equilibrio. El joven nunca había sido atlético, así que aquellos minutos de carrera lo estaban dejando sin aliento. DongHae, con el corazón acelerado en el pecho, juraría que se iba a caer redondo al suelo en cualquier momento.

Cuando DongHae terminó de bajar un sinfín de escaleras y pisó el suelo de la estación, vio que el tren ya estaba en el túnel y avanzaba en dirección opuesta a él, desvaneciéndose en las sombras. El tren ya estaba tan lejos queDongHae ni siquiera echó a correr tras él. No valía la pena el esfuerzo.

DongHae estaba jodido.

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EunHyuk estaba aburrido.

Ya se había alimentado esa noche, pero seguía con ganas de jugar con otra víctima. Su última presa había sido tan escandalosa que no había podido divertirse todo lo que quería antes de matarla. Además, la mujer parecía tener menos sangre de la normal corriendo por sus venas, ya que después de haberla drenado, seguía sintiendo hambre.

Pero bueno, él ya debería haberse imaginado que pasaría eso. Al fin y al cabo, el hambre de EunHyuk jamás tenía fin.

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DongHae pensó seriamente en sentarse en el suelo de la estación vacía y echarse a llorar. No es que eso fuese a solucionar algo, pero el chico estaba verdaderamente decepcionado con el rumbo de su vida. Tenía que afrontar un hecho: su vida era deplorable.

DongHae no tenía amigos —no verdaderos, al menos—, sus padres no se preocupaban por él ni contestaban sus llamadas desde hacía más de cuatro años, y su empleo era ridículo. Él sonreía a todos en el hospital, pero todos sus compañeros lo trataban con indiferencia. DongHae quería ayudar a las personas, pero difícilmente le dejaban acercarse a los pacientes y lo único que le daban eran diagnósticos para que hiciese interminables informes.

SODOMIA (EUNHAE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora