2.
Me levante al instante. Su tez blanca con un ligero toque dorado, su cabello color café y sus ojos verdes me dejaron hipnotizada... volví a la realidad cuando vi su ropa.
—Así que... citadina. —me analizo de pies a cabeza—, ¿te han hablado de una ducha?—preguntó con arrogancia.
—Ve quien lo dice, el que trae excremento de caballo en la suela del zapato. —me sacudí la falda.
—Por lo menos tengo en cuenta que estoy en un campo, no como tú, que se viste como para ir a una pasarela.
—No sabes lo que es una pasarela, por Dios.—hice una mueca de desagrado.— Ve a ducharte.
—La que debería hacerlo eres tú, parece que estuviste entre cerdos... oh sí, lo estuviste—levanto la ceja triunfante.
—Tú naciste entre los cerdos—sonreí con autosuficiencia.
—Eres una malcriada.
—Y tú un..—no se me ocurría nada—un... un idiota—articule al final.
—¿Es lo único que tienes, citadina?
—Tengo preparada una buena bofetada, si no te largas estampare mi mano en tú piel reseca.
—Tengo tanto miedo, mira como tiemblo—fingió temor. Largo una gran carcajada y se dirigió al establo.
—¿TE HAN HABLADO DE LA EXFOLIACIÓN? —le grite cuando iba lejos.
Me quite mis zapatos ya hechos pedazos, mi cabello estaba alborotado y con frizz, mi cara estaba llena de lodo, mi ex-perfectamente planchada camisa blanca estaba llena de lo que quiero pensar que era lodo.
—¿Exfoliación? ¿enserio, Summer? ¿piel reseca? ¿en qué estabas pensando? —me regañe a mí misma mientras caminaba hasta la casa.
Al entrar a la casa me encontré a mi pequeña familia cenando, era pizza, ¿aquí la conocen?
—¿Es pizza? ¿de dónde la sacaron? ¡Yo quiero! —me senté a lado de ellos. Sus muecas de disgusto me hicieron fruncir el ceño.
—¿Te han hablado de la ducha? —preguntó Cameron con el mismo estúpido tonó de aquel chico.
—¡SÍ, SÍ ME HAN HABLADO DE ELLA! pero claro... como tú no estuviste entre los cerdos.
—Summer, ve ducharte, te guardaremos pizza.
—Esta bien, —me di por vencida— vuelvo en un rato.
Subí a mi habitación, me saque la ropa al instante y me metí en la ducha, tenía calor por lo tanto el agua no me parecía taaaaan fría, pero igual lo estaba. Salí en vuelta en una toalla blanca, me asome por la ventana y vi a aquel grosero bañando un caballo, es un idiota.
Me puse la pijama y baje a cenar. Era como estar en la gloria cuando probé un bocado.
—Ve a llevarle este pedazo a Austin—me dijo mi madre una vez que yo termine de cenar.
—¿Austin? ¿quién es él? —le pregunté.
—No sé si lo viste, mmh, es un chico guapo, ojos verde, cabello como marrón...es uno de los empleados, tiene la edad de Cameron.
—Ah sí, el id...—callé— sí, lo vi. Pero podría comerme ese pedazo yo—sonreí.
—No, ve a llevárselo y le preguntaré si se lo diste, cuidadito y me entere que te lo comiste tú—me amenazó riendo.
—Ajá...—respondí desganada.
Salí con el plato en las manos. El estaba sentado a lado del caballo acariciándolo. Tosí falsamente para que notara mi presencia.
—Con que así eres, con todo ese lodo era imposible saber si tenías ojos o eras fenómeno o algo así—se encogió de hombros. Rodeé los ojos.
—Mi mamá te manda esto, ¿si sabes lo que es, verdad? se llama pizza—sonreí.
—Sí, sé lo que es, citadina. Dile a Rose que gracias.
—Ajá, basta de llamarme citadina—bufé.
—Entonces dime tú nombre.
—Megan Fox—respondí.
El me miro de arriba abajo.
—Te estafaron, la operación no resulto con éxito. Yo que tú los demando.
—Eres un pesado, ¿lo sabes?
—No te pareces en nada a Megan Fox, ¿lo sabes?—imito mi acento.
—Nunca nadie me había caído tan mal en tan pocas horas.
—Nunca nadie me había caído tan mal en tan pocas horas. —me imito.
—Eres un idiota.
—Eres un idiota.
—¡Basta de imitarme!
—¡Basta de imitarme! —hizo voz femenina.
—Te amo, Summer.
—Sí, soy un idiota—dijo.
—Ash—rodeé los ojos.
—Así que te llamas Summer—sonrió.
—Sí, ya me iré, adiós. Disfruta tú pizza.
Sin más me marche de ahí. Era un completo estúpido. Se creía la gran cosa por vivir entre cerdos.
No entiendo como puede sentirse orgulloso.
—¿Le diste la pizza? —preguntó mi mamá.
—Mmh, no sé porque estas tan preocupada por ese ranchero. Sí, si le di la bendita pizza—dije molesta.
—¿Te ocurre algo, Summer? te ves...—pauso— irritada—dijo al fin.
—¿Cómo quieres que este? Dios, mamá. Es horrible este lugar.
—Sólo debes acostumbrarte, Summer—se sentó a mi lado. —, Cameron se a acostumbrado bastante.
—Por Dios, mamá. ¡Hablamos de Cameron! el tiene cerdos en su habitación.
—Basta, Summer—soltó una risita—. Ve a dormir, debes estar cansada.
—Lo estoy.
—Entonces buenas noches—sonrió.
Me despedí de todos y me fui a dormir, estaba muy muy muy cansada.
Tal vez mañana sea un buen día. Le ruego a las estrellas porque así sea.